lunes, abril 27, 2009

El lenguaje que usted habla


[Publicado en Milenio Semanal el domingo pasado]
Cuando en 1972 Jorge Saldaña fue despedido de Televisa por Emilio Azcárraga Milmo porque su programa Anatomías, antecesor de los actuales talk shows, resultaba muy polémico, fue a pedir trabajo al entonces canal oficial, el 13, donde condujo sus Sábados con Saldaña, con animadas secciones como Los Virtuosos, El Juicio de los Discos, Folclorama y Sopa de Letras. En este último se reunían los escritores Pedro Brull, Francisco Liguori —famoso por sus epigramas en Excélsior—, Felipe San José, Mario Méndez y Arrigo Coen Anitúa, además del caricaturista Rossas, comandados por Saldaña, para elucidar etimologías y significados de palabras y frases del idioma español.
Hijo de italiano y mexicana —su madre fue la cantante de ópera Fanny Anitúa—, Arrigo Coen (Pavía, 10 de mayo de 1913 – Ciudad de México, 13 de enero de 2007) fue un avezado filólogo que hasta unos días antes de infartarse colaboraba para el programa Monitor, de Radio Red, con su sección sabatina “Redención de significados” —que también era el nombre de su columna en el Diario Monitor—, en el cual despejaba las dudas de los radioescuchas relacionadas con el buen o mal uso del lenguaje. Aunque estudió para perito bancario, se especializó de manera autodidacta en lingüística y llegó a ser colaborador de la división latinoamericana de la Enciclopedia Británica.
Coen insistía en la necesidad de hablar y escribir con propiedad y corrección, prefiriendo siempre los vocablos originales a los barbarismos o “voquibles”, palabras mal empleadas o extranjeras que vienen a desplazar a las españolas (stand por pabellón o bufett por comedor o convite, por ejemplo), un vicio muy extendido y que trató en libros como El lenguaje que usted habla (1948), El lenguaje que usted habla en radio, televisión y prensa (1948), Para saber lo que se dice I y II (1987-1992) y ¿Género científico o fictocientífico? (1999). Es autor también de una Enciclopedia de Lemas del idioma español (2001) y de Así habla usted, su última obra, aún inédita.
En el prólogo de El lenguaje que usted habla, una amenísima compilación de artículos de su columna “Vocablos y voquibles” del Excélsior, publicada en 1948, los editores advertían sobre “el servilismo en el empleo innecesario de palabras extranjeras” y los “lamentables síntomas de indiferencia, de abandono lingüístico, en el uso frecuente de vocablos incorrectos o corrompidos”. Esto en 1948, cuando la educación no era la zona de desastre que es hoy y la Lengua Nacional era una materia impartida en las primarias por profesores con vocación y preparación; cuando nadie se imaginaba que en el lejano siglo XXI, más cercano entonces a la ciencia ficción que a esta penosa realidad, la lengua y la educación al parecer no le importarían gran cosa al Estado ni a los maestros.
A la pregunta de una lectora sobre la pobreza del lenguaje de los periodistas Arrigo Coen respondió: “¿No cree usted que es mucho pedir a los redactores de la prensa un lenguaje castizo, cuando muchos escritores de polendas, y aun quienes nos hemos dado a especiales estudios lexicológicos, daríamos de buen grado parte de nuestra vida por no caer en barbarismos, idiotismos, solecismos y cien peligros más que acechan al que escribe? [...] A quienes se puede exigir un poco más en achaques de propiedad léxica, es a los editorialistas y articulistas”. Arrigo Coen pudo ver las vertiginosas transformaciones del español, pero es difícil saber hasta dónde llegarán en unas décadas más.

sábado, abril 25, 2009

De asesinos, cine, mitos, escritores y derechos humanos

Hace tiempo que no posteaba porque se descompuso mi computadora y encima tenía la producción de Replicante 19, dedicada a la lengua y la palabra -sale en los primeros días de mayo.

Aprovecho para colgar los últimos artículos que he publicado en Milenio Semanal.

Los asesinos salvajes


















Nuestras Hijas de Regreso a Casa (www.mujeresdejuarez.org) es un sitio creado por familiares y amigos de jóvenes sacrificadas que advierte que “Los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, Chihuahua, continúan. El clima de violencia e impunidad sigue creciendo sin que hasta el momento se hayan tomado acciones concretas para terminar con este feminicidio”. Por ello será imposible que una sola policía resuelva el intrincado caso de los cientos de crímenes contra jovencitas en un entorno de corrupción, complicidad con mafias criminales, ineptitud, desinterés y omisión de las autoridades y un violento machismo sancionado por la educación familiar. Un escenario que no es exclusivo de esa ciudad fronteriza sino de todo el país y, como anotan las cifras al final de Backyard, el traspatio (Carlos Carrera, 2009), de otras naciones del tercer y hasta del primer mundo. Lo más que podrá hacer la agente encarnada en Ana de la Reguera será ajusticiar a balazos a uno de tantos secuestradores a punto de cometer la enésima agresión a una colegiala a la que ha forzado a subir a su auto. Esquemática y ajustada a las convenciones del drama cinematográfico comercial, esta película se suma a una lista no muy extensa de documentales y obras de ficción basados en esos crímenes, que empezaron a registrarse oficialmente desde 1993, además de informes como el de Amnistía Internacional (11 de agosto de 2003), piezas de teatro, libros de investigación, poemas y hasta canciones como “Juárez”, de Tori Amos, y “Las mujeres de Juárez”, de Los Tigres del Norte.
Cuando en mayo de 2008 se estrenó Bordertown / Ciudad de silencio (Gregory Nava, 2007) Marisela Ortiz y Marilú Andrade, de Nuestras Hijas de Regreso a Casa, recibieron mensajes como “No se descuiden porke pronto tendran notisias desagradadbles” [sic]. Otros anónimos acusaban a Nuestras Hijas de “sacar provecho del estreno de la película” y amenazaban con “investigarlas” y hasta “encerrarlas en prisión”. La asociación promovió el estreno pues la cinta le daría visibilidad a una situación cada vez más aberrante.
En Huesos en el desierto (Anagrama, 2002) Sergio González Rodríguez describe una trama pesadillesca en la que medran asesinos seriales, pandilleros, dueños de antros, narcotraficantes y policías que actúan al amparo de una “mafia supranacional” que ha pervertido al Estado de derecho en esa y otras ciudades. Por ello no son extrañas las declaraciones de Francisco Barrio, gobernador panista de Chihuahua (1992 a 1998), quien acusaba a las jóvenes de llevar una doble vida, vestir provocativamente y, en suma, de ser culpables de su propia tragedia. Suly Ponce, fiscal para la Investigación de esos homicidios durante los primeros años del gobierno priista de Patricio Martínez (1998 a 2004), incineró evidencias —“ropas y cosas de ésas”—, además de repetir a la prensa que los criminales ya estaban en la cárcel, pero hay quienes la vieron reír a carcajadas mientras presenciaba el levantamiento del cadáver polvoso de una muchacha. El 1º de marzo de 2002 Ponce renunció a la Coordinación de Ministerios Públicos en la Zona Norte de Chihuahua acusada de tener nexos con el narcotráfico.
Hoy, en el Día Internacional de las Mujeres, habrá miles de muecas burlonas de hombres que las desprecian, humillan, maltratan y hasta las asesinan con perfecta impunidad. En medio de la guerra contra el narcotráfico, a muy pocos le importan las víctimas de esa ferocidad inaudita contra jóvenes mujeres.

Notas tristes


Fidel Elizalde, Genaro Chavarría, Antonio Valles, Guadalupe Salazar. Foto: Lauro Jaramillo / Milenio Diario.

Cuando mi padre murió fui a su casa en Torreón y tomé, de entre sus modestas pertenencias, un pequeño búho de yeso, algunos libros gastados y un casete que se llama Música de La Laguna. La canción cardenche, que editó el INAH en 1990. Nunca había escuchado ese antiguo género que aún cantan a capella un puñado de ancianos en los ejidos de La Flor de Jimulco y Sapioriz, cerca de Lerdo. Con la muerte de Antonio Valles, Genaro Chavarría y Guadalupe Salazar —entre unos pocos más— se apagarán también decenas de esas bellísimas melodías de amor a la mujer, a Dios y aun a los fieles difuntos, aunque también las hay pícaras y de doble sentido. “Ahora nos tiran de locos”, dijo don Lupe, “no les gusta oír eso ya, la música que está entrando está quitando todo lo antiguo”. La canción cardenche —nombre tomado de un espinosa cactácea del desierto— consta de tres o cuatro voces cansadas que se distribuyen de acuerdo con la tesitura del cantante: la grave es el fundamental, también conocida como la marrana o el arrastre; la segunda o intermedia es la que lleva la melodía, y a la más aguda se le llama contralta, arrequinte o requinto. Suele haber en medio de algunas de estas piezas largos silencios que acentúan la emotividad.
Cuando volví a casa puse el casete. Apenas unos segundos después esos dulcísimos lamentos bucólicos y esas letras ingenuas, arcaicas, me habían provocado un copioso llanto que duró toda la tarde. No lo he puesto más de tres veces porque en un instante las lágrimas escapan tan abundantes como un sorpresivo chubasco en aquellas áridas tierras.
Hace unos días Luis González de Alba me envió un escueto mensaje que decía: “¿Ya habías visto esta maravilla? No logro dejar de llorar...” A esa frase seguía el link en YouTube que lleva a la hermosa canción “Stand by me” (B.E. King, J. Leiber y M. Stoller, 1961), de la cual las más famosas interpretaciones son las que hicieron Cassius Clay en 1966 y John Lennon casi diez años después, en 1975. Esta nueva versión, que es parte de Playing for Change: Song Around the World (playingforchange.com), “un movimiento multimedia creado para inspirar, conectar y ofrecer paz al mundo por medio de la música”, es cantada y ejecutada por jóvenes y viejos músicos callejeros, desconocidos, vernáculos, clásicos, blueseros, jazzistas y rastas de las más distantes ciudades y pueblos del mundo, filmada y editada de manera que parece que todos ellos la cantan simultáneamente en Santa Mónica, Ámsterdam, Zuni (Nuevo México), Tolosa, Río de Janeiro, Moscú, Nueva Orleáns, Caracas, El Congo, Barcelona, Umlazi, Guguletu y Mamelodi (Sudáfrica) y Pisa.
“¿Por qué lloraste tanto?”, le pregunté a Luis. Me respondió que la canción le gusta y hacía años que no la escuchaba, y que al ver a todos esos músicos tan expresivos y reflexionar sobre la intención y la tecnología que hizo posible ese coro mundial las lágrimas brotaron de manera irresistible.
Las canciones nos hacen sentir alegres, tristes o tranquilos porque las asociamos con recuerdos o experiencias, pero hay piezas musicales que son tristes en sí, como las que están compuestas en tonos menores, las cuales probablemente estimulan o detonan algo en planos subliminales. Puede ser la “Rapsodia de un tema de Paganini” de Rachmaninoff o una simplona balada comercial. “Un amigo mío”, dice Luis, “me dijo que las canciones griegas, aun sin entender la letra, le causan una profunda melancolía”. Me gustaría saber con qué música lloraba mi padre.

El cineasta y el mito



Steven Soderbergh quiso “humanizar” a un semidiós contemporáneo en su película El Ché, lográndolo sólo en parte. En una conferencia de prensa en Nueva York el cineasta confiesa: “Yo desconocía muchos detalles de la revolución cubana, no sabía nada de los demás grupos que peleaban contra el régimen de Batista [...] Me interesó mucho descubrir que [el Ché] era un hombre intransigente, cuadrado, tremendamente rígido y obstinado. Hablando con un doctor que lo conoció, me comentó que había que quererlo mucho para poderlo soportar, era muy estricto con la disciplina, no había situación en la que hiciera a un lado por un momento la ideología, ni siquiera en sus relaciones personales cotidianas. [...] pero en su papel de líder, de comandante, se transformaba en un hombre duro, severo y sin humor [Naief Yehya, “Cuatro horas y media del Ché Guevara”, Terra Magazine, 1-12-08]. Como tantos extranjeros del Primer Mundo que se fascinan con las turbulencias revolucionarias de la América Latina, Soderbergh también peca de ingenuo a pesar de reconocer que “no hay ni siquiera un lugar para mí ni para la gente como yo en la sociedad que el Ché estaba tratando de construir. Yo creo que hubiera odiado ese mundo, pero puedo admirarlo como uno de los líderes políticos más interesantes del siglo pasado. Y creo que sus ideas siguen siendo fascinantes aún hoy”. Ya Pablo Neruda y Julio Cortázar habían confesado que jamás vivirían en ese país al que tan apasionadamente defendían. Es cierto, apenas triunfó la revolución de los barbudos empezaron las detenciones, los fusilamientos y uno de los exilios más tumultuosos de la historia, si se tiene en cuenta el tamaño de la isla. Una isla que, a pesar de la corrupta dictadura de Batista, alcanzaba los más altos índices de alfabetismo, salud y alimentación, era “número uno en América Latina y quinta en el mundo en receptores de televisión per cápita” y además “tenía 58 periódicos de diferentes matices políticos y era la octava nación del mundo en cantidad de radioemisoras” [UN Statistical Yearbook 1957, pp. 600-602; UN Statistical Yearbook 2000, pp. 76-82]. Batista fue derrotado por un régimen aún más feroz que canceló la libertad y destruyó la economía, debido al ineficiente sistema agrario colectivo y a la creciente dependencia de la ex URSS (y no al embargo, como creen quienes van y vienen por Cuba).
¿Cuáles son las ideas que Soderbergh encuentra fascinantes? Lo más probable es que no haya leído El diario del Che en Bolivia (México: Siglo XXI, 1968) ni, por ejemplo, este apunte de sus Notas de Viaje (La Habana, 1962): “Aullando como poseído, asaltaré barricadas o trincheras [...] Teñiré en sangre mi arma y, loco de furia, degollaré a cuanto vencido caiga entre mis manos [...] ya siento mis narices dilatadas, saboreando el acre olor de pólvora y de sangre, de muerte enemiga”. A sangre fría, el Ché fusiló cristianos y disidentes en la cárcel de La Cabaña en nombre del Hombre Nuevo —el cual, por cierto, se negó a nacer en la Cuba de Castro. El Estado socialista ha sido un fracaso estruendoso por culpa de la ineptitud de funcionarios como el propio Ernesto Guevara, autonombrado ministro de Economía, que en esa ciencia era un completo ignorante [véase Guillermo Cabrera Infante, Mea Cuba, Barcelona: Plaza y Janés, 1992]. Asmático, homofóbico, intolerante, Guevara fue un fiero místico que murió por sus ideales, los que se materializaron en una asfixiante sociedad totalitaria y casi aislada del mundo.

Maradona por Kusturica



¿Por qué no hacer un documental que sea un homenaje a Diego Armando Maradona y de paso uno a mí mismo, a mi obra? Quizá esto pensó el falsamente modesto director Emir Kusturica al concebir la película que “consagraría” al mejor jugador de futbol de todos los tiempos y, además, mostraría al mundo la entrañable amistad que los une. Personaje excesivo y un tanto naïf, que transita de la soberbia a la nobleza y sobrevivió a la cocaína, Maradona cuenta al protagónico Kusturica sus orígenes humildes, su ascenso a la gloria y su descenso a los infiernos, mientras el director intercala los fantásticos goles del Número 10 del Boca Juniors y del Nápoles entre desangeladas animaciones en las que éste se mofa de los capitostes del imperialismo yanqui y británico: Reagan, Bush padre, Margaret Thatcher, Tony Blair, Bush junior. Kusturica también aprovecha su documental para sugerir forzados paralelismos entre su obra y la vida del futbolista convertido en dios pagano en cuyo nombre se ofician matrimonios y misas con rock y chicas en hot pants.
Maradona apunta a Estados Unidos como el casi único causante de los males de Latinoamérica, incluyendo la drogadicción: “Los norteamericanos controlan el tráfico de drogas hacia Estados Unidos”, advierte, exculpando a narcotraficantes bolivianos, colombianos, mexicanos, y descargando así un poco su propia culpa por su devastadora adicción —no delata, por supuesto, al dealer argentino que seguramente le vendió coca por primera vez.
Maradona detesta también a los ingleses por la invasión a las Malvinas en 1982, pero se olvida —al igual que Kusturica— de mencionar a los generales argentinos —Videla, Viola, Galtieri— que provocaron esa guerra para exaltar el patriotismo y elevar los bonos de una dictadura cruel, inepta y gastada, y que sin mayores escrúpulos enviaron a jóvenes soldados a combatir un ejército poderoso y mejor preparado. El olímpico gol que le metió a los ingleses en el Mundial de 1986 en México habría significado la ansiada venganza.
Maradona se curó de su adicción en Cuba y no escatima elogios para Fidel Castro ni para el mitificado Ché Guevara. Una admiración irracional que al parecer también comparte Kusturica —quien, extrañamente, no ha aprendido a hablar español—, a pesar de haber vivido él mismo bajo la dictadura comunista en la antigua y desgajada Yugoslavia, experiencias que ha reflejado y denunciado en películas como Cuando papá sale de viaje y Underground. En una polémica en 1995 con el filósofo francés Alan Finkielkraut, que lo criticó a él y a su película Underground aun sin haberla visto, Kusturica reconoce que vivió “casi toda su vida en un régimen que hizo un arte de la denuncia y la manipulación” (véase la discusión en www.kustu.com/w2/en:polemics). Desconcierta, por ello, la celebración del totalitarismo encarnado en el senil Fidel Castro y la inclusión gozosa de una escena en un atiborrado estadio bonaerense en la que el precoz e histriónico aprendiz de dictador Hugo Chávez despotrica contra la gira en 2007 de Bush Jr. a países de América Latina, invitando a un sonriente y emocionado Maradona a dirigir unas palabras a veinte mil eufóricos partidarios del “socialismo del siglo XXI”.
Maradona por Kusturica actualiza el viejo discurso que a la barbarie guerrera de Thatcher y los Bush opone la falsa dignidad y la ineficacia del socialismo castro-chavista. Un documental al que le sobran muchas de sus partes, menos los prodigiosos goles de Maradona.

Defensa o simulación



La estación Viveros del Metro se llamará desde ahora Viveros / Derechos Humanos, y la flamante sede de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal estará conectada a esa estación por un túnel cuyo costo será de 90 millones de pesos. En ese pasadizo el presidente de la CDHDF, Emilio Álvarez Icaza, fundará el Museo de los Derechos Humanos, seguramente con fotografías y recuerdos de Digna Ochoa y acaso de los nueve jóvenes muertos por la policía capitalina en el operativo criminal de mayo de 2008 en la discoteca New’s Divine.
Se trata de un premio al ombudsman capitalino por haber salvado la carrera política de Marcelo Ebrard cuando presentó el informe que exculpaba a éste de los trágicos y vergonzosos hechos de la discoteca. Atribuyendo “responsabilidad ética” al secretario de Seguridad y al procurador de Justicia le permitió al jefe de Gobierno restituir la moralidad de su autoridad al despedirlos (es decir, al haber “aceptado su renuncia”). El informe de Álvarez Icaza sobre los crímenes y las detenciones arbitrarias en la New’s Divine poco o nada aportó a lo que ya habían difundido los medios, pero en cambio sí lo hizo a sus respectivas aspiraciones: una a la presidencia de la República y otra a la de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
Álvarez Icaza ya conocía las cotidianas violaciones a derechos humanos de Marcelo Ebrard, cuando era secretario de Seguridad Pública, como una política pública instituida por él: de acuerdo con la CDHDF, la SSP ha sido la institución con mayor número de quejas ante ese organismo. La Recomendación 6/2004, por ejemplo, documenta que las redadas que llevaban a cabo los “Grupos Operativos Especiales” cometían todos los abusos que vimos en el New’s Divine cuatro años después. En el caso de esta recomendación, los “operativos” se efectuaron en casas habitación y la Comisión las calificó como “ejercicio indebido del servicio público, lesiones, abuso sexual, allanamiento de morada, robo, amenazas, detención arbitraria y falsa acusación”, de lo que se presentaron 79 quejas por muchas más personas agraviadas. ¿Alguien recuerda la presentación a la prensa de esta Recomendación que Ebrard no aceptó cumplir cabalmente y que aún hoy sigue “sujeta a seguimiento”? Lo que no aceptó Ebrard se refiere a “que la Secretaría de Seguridad Pública se abstenga de implementar las Recomendaciones número 32 y 49 propuestas por el Grupo Giuliani Partners, si no existe soporte legal” (véase www.cdhdf.org.mx), que son exactamente las que dan ocasión a redadas como la del New’s Divine.
Otro caso de negligencia criminal fue el de los linchamientos de policías en Tláhuac en noviembre de 2004, a donde Marcelo Ebrard nunca envió más policías a rescatarlos aduciendo dificultades por “la orografía” de esa delegación. Furioso, Ebrard le dio un puñetazo en el rostro a un albañil que le reclamó que cómo pretendía ser jefe de Gobierno “si como secretario de Seguridad Pública dejó morir a dos personas en Tláhuac” [Raymundo Sánchez, “Puñetazo de Ebrard a joven que le recordó caso Tláhuac”, La Crónica de Hoy, 19-12-2005]. Entonces Ebrard era candidato y no le competía a la CDHDF pronunciarse al respecto, pero no hubo ninguna recomendación al GDF ni a la SSP por la negligencia de Ebrard en esos linchamientos. No hubo mamparas escenográficas con nombres y edades de víctimas ni informes ampulosos ante los medios. Ni el “nunca más”. Eso se llama simulación, no defensa.
vean, a prooósito, este video en YouTube: Protestas contra Álvarez Icaza, Ebrard y Mancera en la ONU (Ginebra, Suiza)

Vasconcelos



En los textos que José Vasconcelos (1882-1959) escribió para la revista Timón —de los cuales varios pueden leerse en la exposición Cantos cívicos, de Miguel Ventura, en el Museo Universitario de Arte y Ciencia— campea el espíritu abiertamente nazi de un intelectual al que se ha glorificado en demasía. Un pensador que se tragó completos los mitos de la Atlántida y de la conspiración mundial de los “judeomasones”, y al que su visceral anticomunismo llevó a prologar el célebre libelo Derrota mundial, de Salvador Borrego, y a cantar la excelencia de Los [apócrifos] protocolos de los sabios de Sión. Vasconcelos, cuyo nombre adorna la biblioteca pública más grande y desairada del país, es también autor del desfasado lema de la Universidad Nacional Autónoma de México: “Por mi raza hablará el espíritu”, el cual compuso al ser nombrado rector de esa casa de estudios en 1920.
Dirigida por Vasconcelos, el “Maestro de la juventud latinoamericana”, de Timón se publicaron en 1940 diecisiete números financiados por el agregado de prensa de la embajada alemana en México, Arthur Dietrich, para divulgar la ideología nacionalsocialista. En sus páginas colaboraron conocidos periodistas de derecha, como Francisco Struck —que escribió en el no. 16 párrafos como éste: “Hitler es la escoba de Dios que está barriendo de la superficie de la Tierra todo lo malo que se había acumulado durante siglos”—, pero también artistas e intelectuales prestigiados como el Dr. Atl y Andrés Henestrosa.
En “formato tabloide, portada a colores, 48 páginas impresas en offset que utilizaban al menos tres familias tipográficas diferentes y ocho planas enteras de publicidad”, cuenta Héctor Orestes Aguilar en “Ese olvidado nazi mexicano de nombre José Vasconcelos” (Istor, no. 30, otoño de 2007), entre artículos de cine hollywoodense y alemán, filatelia, ópera, ciencia y tecnología alemana, fragmentos de novelas clásicas, arte, salud, deportes, consejos familiares y cartones sobre la guerra, en el semanario Timón se publicaban diatribas contra las potencias aliadas y el poderío mundial del dinero judío, así como propaganda nazi salida directamente de la oficina de Goebbels: el avance de Alemania en todos los frentes y la inminente victoria del III Reich. “Tres días después de la entrada de la Wehrmacht en París, el 15 de junio de 1940”, escribe Orestes, “Timón fue confiscada para siempre por la Secretaría de Gobernación”.
El crítico literario Itzhak Bar-Lewaw cree que Vasconcelos estaba seguro del triunfo nazi y que por ello México y América Latina debían estar preparados para secundar con regímenes nacionalistas el nuevo orden mundial, construido sobre las ruinas de las “falsas democracias occidentales” [“La revista Timón y la colaboración nazi de José Vasconcelos”, Actas del IV Congreso Internacional de Hispanistas, vol. 1, 1982]. Vasconcelos aspiraba de nuevo a la presidencia, pues, distanciado del régimen, ya había intentado llegar a ella en 1929 como candidato del Partido Nacional Antirreeleccionista, pero fue derrotado por Pascual Ortiz Rubio, del oficialista Partido Nacional Revolucionario. Vasconcelos denunció un fraude electoral y proclamó el Plan de Guaymas, llamando sin éxito a un levantamiento armado. Fue encarcelado y se proclamó “única autoridad legítima”. Años más tarde serviría al III Reich, el cual, afirmaba Hitler, duraría un milenio, pero fue aplastado tras doce intensos años de odio y violencia. Al parecer, Vasconcelos nunca volvió a hablar de eso.

El escritor sin patria



Panaït Istrati (Braíla, 1884-Bucarest, 1935) fue hijo de una miserable campesina rumana y un contrabandista griego al que no conoció. Romain Rolland se refirió a él como “el Gorki de los Balcanes”. En su libro Con la literatura en el cuerpo Alberto Ruy Sánchez esboza una biografía de Istrati entre otros escritores abrumados por la melancolía, pero también imbuido de un fuerte espíritu revolucionario.
“No se imaginan hasta qué punto fui el verdadero rebelde de mi siglo; el hombre que aun niño adivinaba instintivamente el crimen de la obediencia a la mentalidad tradicional: aquel de la familia, la sociedad y, además, aquel del ideal al rebaño”, escribió Istrati en sus textos autobiográficos. A los doce años huyó de la casa materna: “Me rehusé a ser esclavo de una profesión y practiqué mal una docena”, y sigue narrando: “Después me declaré, un poco a pesar mío, impropio para el servicio militar, y cuando de todas formas fui acuartelado hice todas las locuras, aun contra mi salud, para conseguir que al cabo de un mes fuera eximido de hacerlo. Me escapé de dos guerras, huyendo de mi rebaño nacional, que balaba a coro con sus amos. Rehusé fundar una familia, jamás he querido ser miembro de un partido o de una sociedad o de una organización profesional”.
Istrati deambuló y trabajó casi treinta años por buena parte de Europa, el Medio Oriente y Argelia, instalándose un temporada en Niza, acosado por una insidiosa depresión que lo orilló un par de veces al suicidio. Mientras se debatía entre la vida y la muerte, el director del hospital donde se le cuidaba le envió al influyente novelista Romain Rolland una carta que Istrati le había escrito y que guardaba en su vieja maleta. Impresionado, Rolland promovió la publicación de la primera obra en francés del escritor, Kyra Kyralina, de 1924, a la que pronto siguieron varias más, como Codine, Años oscuros y Mijail, partes todas ellas de La vida de Adrián Zograffi, alter ego del propio Istrati. Rolland escribió en el prólogo de aquella primera novela: “La leí y me sentí conmovido ante la aparición de un genio. Un viento devorador que barría las estepas. El reconocimiento de un nuevo Gorki de los Balcanes. Este genio del relato es tan exigente, que la víspera de su intento de suicidio interrumpió dos veces sus quejas desesperadas para escribir alegres episodios de su vida anterior”.
Su amigo Christian Rakovsky, cercano a Trosky, y con quien había participado en Rumania en luchas sindicales, lo invitó a festejar en Moscú el décimo aniversario de la joven Unión Soviética, la que recorrió entre 1927 y 1928. No tardaría mucho en acabar decepcionado por la atosigante burocracia, los excesos de Stalin y la domesticación de los escritores rusos, lo que denunciaría allí mismo ante el enojo y las amenazas de los funcionarios. Esas experiencias las recogería, con Víctor Serge, en Hacia otra llama, publicada en París en 1929. La elite intelectual francesa, tan sofisticada como izquierdista, recibió con desagrado esta nueva obra, quizá una de las razones por las que, enfermo, decidió volver a Rumania. Paradójicamente, la derecha fascista aclamó a Istrati como héroe nacional, lo que desconcertó enormemente al escritor pues incluso entre los círculos libertarios corrió el rumor de que se había vuelto uno de ellos. En 1933 publicaría una novela más, La casa de Turingia. Calumniado, abatido y con unos pocos amigos, Panaït Istrati murió en Bucarest después de una vida intensa como pocas.