domingo, febrero 24, 2008

La izquierda realmente existente



El pasado 17 de febrero publiqué en Milenio Monterrey una versión editada de este texto. Va ahora la versión completa, con dos textos más, uno de Luis González de Alba y otro de Jaime Sánchez Susarrey sobre el mismo asunto. La ilustración es del genial Blumpi...

Arnaldo y Bartlett: la izquierda tal cual
Rogelio Villarreal

López Obrador no es de izquierda y nos va a dar en la madre a todos.
Subcomandante Marcos

El futuro del PRD depende de sus bases, no de sus líderes tribales, que casi todos son corruptos y logreros. De ahí la importancia del liderazgo de López Obrador, un liderazgo fuerte y confiable.
Arnaldo Córdova, 'El problema del PRD'

En el año 2000, cuando se agudizaba el conflicto israelí-palestino, un prestigiado politólogo mexicano no resistió la tentación de expresar frases tan cuestionables como tajantes que podrían entenderse como antisemitas: 'Israel existe para exterminar a aquellos a su alrededor' [...] 'Palestina, durante los últimos 2 mil años ha sido una tierra limpia de judíos' [...] 'El dinero es el verdadero dios de Israel y de los judíos' (Arnaldo Córdova, 'Israel. El canto del verdugo', unomásuno, 20 de octubre de 2000).
Muy atrás habían quedado los trabajos fundamentales del doctor Córdova, como La formación del poder político en México (1972), La ideología de la Revolución Mexicana (1972), La política de masas del cardenismo (1974) y Sociedad y Estado en el mundo moderno (1973-1976), entre otras obras en las que examinaba con seriedad y profundidad fenómenos como el caudillismo y el bonapartismo en sus versiones nacionales. Ahora, en 2008 y después de turbulentos meses de agravios y confrontaciones entre los partidos políticos y amplios sectores de la sociedad, el antaño sagaz investigador -aunque fervoroso creyente en el supuesto fraude electoral de 2006- se muestra ingenuamente sorprendido en su manifiesto 'La izquierda tal cual es':

Por alguna razón que adivino pero que no logro entender del todo, no hay en México corriente política que sea más criticada que la izquierda, desde la derecha, desde el centro y desde la misma izquierda. Se podrían fijar dos extremos: unos la quieren perfecta; otros, consideran que es un asco. [...] ¿Por qué todo mundo quiere una izquierda perfecta, que sea inteligente, culta, preparada, decente, de buenas maneras, justa, éticamente buena, coherente en sus ideas y sus planteamientos, pacífica, no rijosa, dispuesta a ponerse siempre de acuerdo con sus oponentes y con olor a santidad? (La Jornada, 3 de febrero de 2008).

El doctor pasa por alto deliberadamente que esa izquierda aspira nada menos que a gobernar el país. Y que siempre se ha creído ética y moralmente superior a otras corrientes políticas e ideológicas y que, nada menos, ¡dice defender al pueblo! Se le olvida también que esa izquierda ha abrevado mayormente de los pesebres del nacionalismo revolucionario y del estalinismo. Pero, extrañamente, la respuesta ya la había anticipado el propio Córdova en un artículo anterior:

Cuando un partido político carece de un liderazgo fuerte, suele ocurrirle lo que ha pasado con el PRD desde hace ya buen tiempo, por lo menos desde que Cuauhtémoc Cárdenas dejó de ejercer ese liderazgo, pienso que cuando fue electo jefe de Gobierno del DF: se vuelve presa de disensiones internas, de grupillos de intereses, de 'tribus', del oportunismo político, de la corrupción e incluso de las traiciones ('El problema del PRD', La Jornada, 26 de agosto de 2007).

Sin embargo, el viejo e intransigente profesor critica a propios y extraños y se vuelve a sorprender de que una académica congruente como Soledad Loaeza, por ejemplo, 'conocedora a fondo de la derecha y a menudo crítica feroz y lucidísima de la misma, nunca demande de la derecha que sea perfecta'. Su problema, diagnostica el docto académico, es que Loaeza 'no conoce por dentro a la izquierda' porque 'nunca ha militado en ella'. Bien, hasta ahora Córdova nunca ha militado en la derecha -ni Loaeza- y presume de conocerla de cabo a rabo. Pero lo importante de este manifiesto es que, 'a diferencia de los otros miembros de su izquierda, Córdova dice con todas sus letras lo que ellos no sólo callan sino que niegan: esa izquierda es corrupta, traidora, incapaz de llegar a acuerdos, violenta, oportunista, carente de valores éticos y buenas propuestas. No es algo menor. Por fin alguien lo reconoce ‘desde dentro'' [José Ramón López-Rubí Calderón, en conversación]. Pero, sentencia Córdova, 'la izquierda nunca será como yo quisiera que fuera; la izquierda es lo que es y punto'. Pragmático, como el 'presidente legítimo', insiste en la justificación: 'Para mí un hombre que lucha contra los monopolios de la comunicación de masas, como Javier Corral o como Manuel Bartlett, es de izquierda, aunque sea sólo en eso'. Visto así, para Córdova el astuto Bartlett, sumo sacerdote de la alquimia electoral priista, puede ser de izquierda así sea por unos días, como lo fue en su momento y por la misma razón el magnate Ricardo Salinas Pliego, si seguimos la lógica complaciente del politólogo. Para concluir su apasionada exposición el otrora lúcido profesor nos asesta una dudosa recomendación cinematográfica: 'Todos deberían ver Fraude, de Luis Mandoki, ahora que está disponible para todos. Lo que se ve en ese extraordinario documental es lo que yo llamo la izquierda mexicana del presente. Ahí estoy yo'. A pesar de todos los rasgos negativos que Córdova enumera con ligereza adolescente -¿o senil?- hay que añadir la extremada simplicidad y cerrazón de sus argumentos y la ostensible incapacidad de autocrítica.
¿Puede una izquierda 'modelo', sin 'programa cierto' ni 'alternativas que ofrecer', como la que describe Córdova, luchar por el pueblo, como se ufana en su manifiesto? ¿Cómo podría beneficiarse el pueblo de la lucha de esa izquierda deslucida e irresponsable -pero extraordinariamente bien pagada? A nadie debería preocuparle que la izquierda sea imperfecta o 'pelada, maloliente y malhablada', sino que sea incapaz de cumplir la verdadera función de toda izquierda: 'alterar el statu quo proveyendo o restituyendo auténticos bienes públicos' [López-Rubí].
La complacencia de Córdova se acerca peligrosamente al conservadurismo de su detestada derecha, a la que, como López Obrador, le gustaría proscribir del espectro de la contienda democrática por el poder: 'El triunfo de la derecha es moralmente imposible'.
La izquierda obradorista es mucho más imperfecta (corrupta, ‘violentita’, inculta, oportunista, deshonesta) que la que Arnaldo Córdova señaló acremente en el PRD de Cuauhtémoc Cárdenas. Lo que hace unos pocos años criticaba hoy le parece aceptable y hasta digno de encomio. Olvida Córdova convenientemente, por otra parte, que su inmaculado Carlos Monsiváis ha exigido perfección moral y cultural a la izquierda ('Toda la clase política de México padece de analfabetismo moral, incluyendo el Partido de la Revolución Democrática', La Jornada, 3 de febrero de 2007) y que ésta debería mostrar superioridad moral frente a sus adversarios, sobretodo el PRI -perversa universidad de la que proviene, paradójicamente, la plana mayor del obradorismo y del perredismo.
El caso de Arnaldo Córdova prueba una vez más que la visceralidad ideológica y el ejercicio de la ciencia social son como el agua y el aceite. Quizá nunca pueda cuantificarse los estragos y la degeneración musoliniana que el obradorismo ha causado en una parte no menor de la intelectualidad mexicana.

La riña por la izquierda
Luis González de Alba
Milenio, 18 de febrero

Ah, qué Arnaldo... '¿Por qué todo mundo quiere una izquierda perfecta, que sea inteligente, culta, preparada, decente, de buenas maneras, justa, éticamente buena, coherente en sus ideas y sus planteamientos, pacífica, no rijosa, dispuesta a ponerse siempre de acuerdo con sus oponentes y con olor a santidad?' (La Jornada, 3 de febrero de 2008). La pregunta se la hace el doctor Arnaldo Córdova y la conozco por Rogelio Villarreal, quien le dedica un buen ensayo. Se me ocurre una respuesta breve: ¿por qué pedimos todo eso (y democracia, añado porque la olvida) a la izquierda y no a la derecha? Pues porque llamamos 'izquierda' precisamente a la posición política que definimos como 'inteligente, culta, preparada, decente, justa, éticamente buena y coherente con sus ideas'.
¿Por qué no le pedimos lo mismo a la derecha? Se interroga el buen Arnaldo. La respuesta no requiere de un doctorado en sociología: porque si fuera todo eso... la llamaríamos izquierda. Es una contradicción en los términos. La sola pregunta es de una tontería sublime: izquierda y derecha no son dos equipos de futbol contrarios entre los que escogemos uno por afición, un equipo o club al que uno le va como le podría ir al otro: ¿por qué no le pides a las Chivas la limpieza en el juego que le exiges a las Márgaras del Atlas? Pues porque soy Chiva. Si fuera Márgara les perdonaría todo a los míos y les exigiría a las Chivas... Digo: me da vergüenza argumentar sobre algo tan bobo, pero es la sesuda pregunta del doctor Córdova. Si eso que enlista fuera propio de la derecha le exigiríamos cumplirlo a la derecha, y quienes tenemos esos principios nos diríamos de derecha. Así es con todo: ¿por qué pedimos al Papa que sea católico? Los católicos quieren sacerdotes castos, cultos, decentes y con olor a santidad. A otros nos tiene sin cuidado cómo sean, pero si le caemos a un curita en la movida... lo señalamos con inquina. Como le señalaríamos a un ayatolá su pecado si se cortara la barba o lo viéramos con putas: infringen sus propias reglas y no nos simpatizan. Con la izquierda, como sí nos simpatiza, somos suaves y hasta complacientes, recordemos nuestras juventudes castristas. Pero también es que se pasan y dejan ver el abismo entre los principios en lo dicho y los principios en lo hecho. A diferencia de los propios de ayatolás, son principios que hacemos nuestros: inteligencia, cultura, decencia, buenas maneras, justicia...
Esto es: hay una definición previa de izquierda. Y a esa nos atenemos para pedir lo que pedimos. A quien se dice demócrata le exigimos respeto al voto cuando pierde. A quien nos diga que la democracia es una tontería de ingenuos y que son las armas la única voz con que se debe hablar, ni siquiera le mencionamos la buena organización ciudadana de una elección ni los cuidadosos controles contra el fraude, ¿para qué? Quienes estamos por una conducción democrática de la sociedad, un gobierno justo, una legislación ética, definimos eso como 'izquierda', nombre tan arbitrario como podría ser 'derecha', 'morado' o 'pinto'. Y entonces nos diríamos derechistas, morados o pintos. Pero resulta que priistas de la calaña de Arturo Núñez, de Bartlett, Guadarrama y otras lacras son ahora 'de izquierda' porque traen botón del PRD en la solapa.
La izquierda es una definición, no un partido, y menos un club al que uno le va. No es el nombre, sino el contenido lo que define: aceptar las reglas de la democracia aunque no nos favorezcan y sobre todo cuando no nos favorecen, reconocer las decisiones de la mayoría respetando los derechos de las minorías, ciencia y no religión, razón y no dogma, mejor distribución de la riqueza socialmente producida, igualdad de todos ante la ley; libertades de organización, expresión, religión, información; leyes respetuosas de los derechos humanos esenciales, amparo del ciudadano ante la fuerza de la autoridad... A todo ese conjunto, ¿cómo se le llama? Algunos le decimos izquierda por convención y para abreviar. Y a quien nos diga que con eso se identifica le pedimos coherencia. Y al que no pues no, como diría el alcalde de Lagos.
Les exigimos a quienes dicen pensar como demócratas que lo sean. Y a quien ostenta las banderas de la justicia, la ética y la paz que sea congruente lo que dice con lo que hace. Pero a quien de inicio levantara el brazo para saludar ¡heil, heil, heil! ¿qué carajos le vamos a andar pidiendo?
Mi página: www.luisgonzalezdealba.com

No, doctor
Jaime Sánchez Susarrey
Reforma, 23 de febrero

La izquierda mexicana, escribió Octavio Paz a mediados de los años setenta, carece de ideas, es retobona y murmuradora. Se refería así a la corriente marxista-leninista que en sus distintas variantes proclamaba la revolución, denunciaba la democracia formal, defendía a capa y espada al régimen cubano y descalificaba a Paz como un intelectual de derecha al servicio del imperialismo yanqui. De entonces a la fecha, mucha agua ha corrido bajo el puente. El PRD nació en 1989 de la fusión de la izquierda socialista y de la corriente nacionalista-revolucionaria del PRI. Su fuerza electoral es hoy indiscutible. Estuvo a un milímetro de ganar la Presidencia en el 2006 y es la segunda fuerza en la Cámara de Diputados.
Sin embargo, pese a sus notables avances, esa 'nueva izquierda' atraviesa por una severa crisis de identidad. Muchas cosas han cambiado, pero no para bien. Por eso, en lo esencial, la definición de Paz sigue siendo justa: carece de ideas, es retobona y murmuradora. Y a estas características se han sumado otras. Es cínica, rijosa, provocadora, corrupta, a veces traidora y sin un programa cierto. La definición anterior no es mía, es de Arnaldo Córdova, un connotado intelectual de... izquierda, quien incluso va más allá y añade: 'La izquierda real está allí: pelada, maloliente, malhablada, provocadora, violentita a veces, inculta y sin valores éticos' (La Jornada, 3/02/08).
A confesión de parte, dice un proverbio jurídico, relevo de pruebas. Pero más allá de eso, la severidad del juicio de Córdova podría leerse y entenderse como un acto valiente y progresista. El reconocimiento de tantas lacras pareciera ser un gesto de honestidad y un llamado a la renovación. Ese tipo de recuentos abundan en la historia de todos los partidos políticos, particularmente en los de izquierda. Pero no, la intención de don Arnaldo no va ni remotamente por ese sendero. Antes al contrario, todo su artículo es una loa de esa realidad apestosa y desagradable sobre la base de un doble razonamiento: a) la derecha y el centro no son mejores; b) eso es lo que hay y la única manera de estar y ser de izquierda es aceptando y asumiendo esa realidad.
Los argumentos de Córdova son el ejemplo perfecto de la crisis moral e intelectual que sufre la izquierda mexicana o, al menos, una parte muy importante de ella. Por eso vale la pena detenerse en ellos y desmontarlos uno a uno. Voy, pues, por partes.
1) Con relación a Soledad Loaeza, el intelectual de marras sostiene: 'Su problema es que no conoce por dentro a la izquierda; que yo sepa, nunca ha militado en ella. Tal vez por eso suelen ser tan poco atendibles sus diatribas contra la izquierda y, en particular, contra su odiado López Obrador'.
La falacia cae por su propio peso: para conocer a la izquierda, la derecha o el centro no es necesario haber militado en el PAN ni en el PRI ni en el PRD o en las distintas variantes de las corrientes marxistas. Los excesos, los gestos irracionales e intolerantes de López Obrador vienen de lejos. Como de lejos vienen el oportunismo y el coqueteo con la violencia y la ilegalidad de los perredistas. Estos hechos están a la vista.
Tampoco sirve el argumento de que todas las corrientes en México padecen los mismos males. Tal vez le pueda servir de consuelo a un militante de izquierda, como el doctor Córdova, pero de nada nos sirve a los ciudadanos sin partido. Porque si bien es cierto que los actos de corrupción y de cinismo se han multiplicado a diestra y siniestra, y no son ya ni de lejos monopolio del PRI, también es verdad que los ciudadanos estamos hartos de los partidos y los legisladores.
La prepotencia con la que se comportaron los tres grandes partidos en la reforma electoral es un buen ejemplo de ese perverso contubernio. Se lesionó el derecho a la libertad de expresión, se vulneró la autonomía del IFE y se le restó credibilidad y legitimidad a una institución que se había formado y fortalecido a lo largo de 18 años. ¿Y todo para qué? Para conjurar una multa millonaria por los spots transmitidos ilegalmente y sujetar a los nuevos consejeros a la férula de los partidos. El costo que esto implicará para la partidocracia se hará presente más temprano que tarde. El hartazgo de los ciudadanos crece con razones justificadas y resulta irrelevante que esa arrogancia y esos excesos se vistan de amarillo, rojo o azul.
2) 'La izquierda nunca será como yo quisiera que fuera; la izquierda es lo que es y punto... Para mí -reitera Córdova- ser de izquierda es muy sencillo: es estar con las causas de mi pueblo'.
Vayamos de inicio a la falta de rigor intelectual. Si Marx oyera los disparates del doctor Córdova se revolvería en su tumba. La noción de 'pueblo' es vaga y contradictoria. ¿Quiénes lo forman? ¿Incluye o excluye a las clases medias y a los profesionistas?
¿Qué de los pequeños campesinos? ¿Todos tienen los mismos intereses? Y si vamos a las causas indígenas las cosas se complican aún más: ¿se deben defender sus usos y costumbres? ¿Incluso aquellos que discriminan y oprimen a las mujeres? El pueblo, como bien sabía Marx, es una entelequia compuesta por clases sociales con intereses y aspiraciones divergentes. De ahí sus críticas contra los populistas. ¿Todo esto se le olvidó al doctor Córdova?
Voy ahora a la peor parte. La calidad moral del primer argumento es nula. Pero no, me quedo corto. Se trata en rigor de un planteamiento eminentemente conservador y, llevado hasta sus últimas consecuencias, opresor y reaccionario. Bajo semejante principio la crítica y la lucha contra los regímenes de Stalin, Mao y Castro hubiesen sido impensables e incluso indeseables. Eran lo que había y se definían como líderes del pueblo todo. ¿Había entonces que glorificarlos y santificarlos como hace el doctor Córdova con López Obrador al definirlo como un líder inteligente y sabio?
La debilidad de los intelectuales de izquierda por los hombres fuertes y autoritarios no es nueva. Todo el siglo XX está lleno de esos casos. Grandes pensadores europeos de izquierda, como Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, justificaron el terror bajo los regímenes socialistas. Córdova evoca ese viejo stalinismo. Pero además lo hace esgrimiendo un argumento falso: 'La sociedad, después de todo, no nos puede dar más de lo que ella misma es y nuestra izquierda es hoy una parte muy importante de ella'. Pero no, doctor. No es cierto que todos los pueblos tengan los gobiernos ni la izquierda que se merecen. Es, como advertía Karl Popper, al contrario: los políticos suelen estar por debajo de la media moral e intelectual de sus sociedades.

miércoles, febrero 13, 2008

Comunistas, liberales o socialdemócratas


Copié este diagrama del blog de Miguel Tormentas -enlistado en el roll blog-. Haz click en la imagen para verla más grande.

domingo, febrero 10, 2008

El Peje y los traidores


López Obrador ha provocado la degradación intelectual de numerosos académicos y escritores que han abandonado la crítica y la autocrítica para defender un proyecto anacrónico y neopriista de nación, basado en las fantasías y las mentiras del cacique de Macuspana. Viejos comunistas y nuevos izquierdistas han dejado atrás el análisis para abrazar indolentemente el discurso rabioso del ex candidato presidencial. Han preferido dejar de pensar. Un ejemplo de veras patético se puede ver en el sitio Chilangos Patéticos, listado aquí a la izquierda, en el que las distorsiones y las triquiñuelas retóricas sutituyen el razonamiento propio de las ciencias sociales. Y todo por el odio irracional a la derecha. La frustración es el nuevo sino de la izquierda imbécil. Aquí, enseguida, dos textos sobre los que vale la pena reflexionar sin ataduras ideológicas. (La ilustración, de Blumpi, muestra a Don Porfirio, líder de todas las izquierdas...)

Sobre López
Jaime Sánchez Susarrey
Reforma, 9 de febrero de 2008

1. AMLO no está muerto ni enterrado. Quien así lo considere se equivoca. No es lo mismo estar noqueado que definitivamente eliminado. El señor López sigue arriba del ring en espera de la revancha. Su influjo en el PRD se mantiene. Nueva Izquierda, la corriente de Jesús Ortega, le teme. Y no le falta razón. El último incidente con Ruth Zavaleta lo muestra de cuerpo entero. Su desparpajo no es nuevo. Y como el 'cállate, Chachalaca', durante la campaña presidencial, le costará caro. Pero más allá de esa evaluación, 'el Presidente legítimo' conserva su fuerza. La competencia cerrada entre Jesús Ortega y Alejandro Encinas lo confirma. Hay Peje para rato. Más le vale al gobierno de Calderón y al resto de las corrientes políticas tenerlo presente. Minimizarlo sería un grave error.
2. Sin duda está haciendo hasta lo imposible por levantarse de la lona. Ahí está su reciente carta a los medios electrónicos. Cree que la oportunidad es única, por eso esgrime el petate del muerto: si Pemex se privatiza, se cancelará la vía pacífica del cambio. El despropósito es mayor. Primero, porque nadie está proponiendo la privatización de la empresa. El gobierno federal ya la descartó. Beltrones, por su parte, negó cualquier cambio constitucional. Segundo, el señor López carece de autoridad moral para solicitar la apertura de los medios electrónicos. Su desprecio por los debates en el 2006 fue más que evidente. Tercero, hipoteca una vez más su credibilidad y sus cartas democráticas: las decisiones de la mayoría en la Cámara de Diputados no pueden ser impugnadas por una minoría mediante amenazas violentas.
3. A confesión de parte, relevo de pruebas. La anécdota es cierta. A Pemex, dijo, hay que salvarlo desde la Presidencia. No hay otra forma. Soy yo o el caos. En esa gesta no caben las medias tintas. Es todo o nada. La historia se repite. Sólo la derrota del adversario confirmaba la legitimidad del proceso electoral. Ahora, frente al Presidente espurio sólo la resistencia tiene sentido. No importa que dure dos, tres o seis años. Lo otro es colaboracionismo puro. La transa fortalece al enemigo. Más vale una colorada que 100 descoloridas. Quien no lo entiende así es un traidor. Si en ese proceso Pemex quiebra y se hunde es secundario. Puede ser incluso indispensable. Lo importante es alcanzar la Presidencia. De ahí la andanada contra Jesús Ortega y Nueva Izquierda. Desde el púlpito mayor AMLO lanza rayos y centellas. Su fuego purificador es el mismo que anunció durante su campaña a la Presidencia.
4. La estrategia tiene un primer objetivo: dinamitar los puentes del PRD con el PAN y el PRI en el Congreso. La reciente reforma electoral y otros hechos encendieron los focos rojos. Nueva Izquierda lo desafió. Ruth Zavaleta lo traicionó. Leonel Godoy le entregó la plaza al gobierno federal. El agravio es mayor. El nuevo gobernador de Michoacán no sólo dijo que no se podía gobernar sin el apoyo del presidente de la República, sino que además invitó a Felipe Calderón a su toma de posesión. La andanada contra los reformistas debe ser total. Ya la puso en operación a finales del año pasado. La línea era muy clara: Genaro Góngora presidente del IFE o nada. Fue lo mismo que hizo Pablo Gómez en el 2003. La sentencia es inapelable: el nuevo consejo carecerá de nuevo de credibilidad y legitimidad. Lo anterior vale para la reforma energética a pie juntillas. La galvanización del PRD debe ser total. Patria o muerte, ésa es la consigna.
5. El segundo objetivo es romper la reforma misma. No hay que olvidar que López tiene una ascendencia moral e ideológica sobre importantes corrientes del PRI. Es seguro que ni Manlio Fabio Beltrones ni Emilio Gamboa comparten sus obsesiones. Pero ambos tienen pavor de figurar en la picota del rayito de esperanza. En el caso de Beatriz Paredes hay, además, afinidades electivas. Por encima del miedo y del cálculo costo-beneficio existe simpatía por los viejos dogmas del estatismo y el populismo. Los efectos de la estrategia del Peje están a la vista. En materia fiscal no se fue más allá porque el tema del IVA en medicinas y alimentos se había politizado. Ése es el contexto de las recientes declaraciones del senador Beltrones: no habrá modificación constitucional. Sin embargo no existe ninguna garantía de que ese seguro abra un debate serio e informado sobre la reforma energética. AMLO juega en otras canchas.
6. No es la primera vez que López miente ni será la última. Le mintió al ingeniero Cárdenas cuando le juró lealtad. Faltó a la verdad al deslindarse de René Bejarano y Gustavo Ponce. Manipuló el amparo del predio El Encino para autovictimarse. Falseó las encuestas al afirmar que llevaba 10 puntos de ventaja en el 2006. Calumnió a Calderón en el debate. Engañó a todos la noche del 2 de julio al proclamar su victoria por 500 mil votos. Diseñó un mecanismo para modular el flujo de información el 5 de julio y aparentar que los resultados le eran favorables durante todo ese día. ¿Qué de extraño tiene, entonces, que esté fabricando ahora un gran molino de viento y difunda a diestra y siniestra el complot para privatizar Pemex? Si el gobierno de Calderón y Manlio Fabio Beltrones creen que están frente a un debate serio y racional se equivocan rotundamente. El objetivo es provocar pánico e histeria para encarecer los costos de cualquier reforma energética. Nada más.
7. ¿Vale señalar lo evidente? López no se hace cargo de la realidad. Me explico. Los precios del petróleo están por las nubes, pero la producción de Pemex está declinando de manera muy acelerada. Dentro de cinco años podríamos estar importando crudo. Pero además, los ingresos del gobierno federal están petrolizados. No se puede, en consecuencia, invertir más recursos en exploración y perforación sin afectar las partidas que se destinan a áreas como salud y educación. El tiempo apremia. Si la reforma no soluciona el problema de manera adecuada, el gobierno de Calderón enfrentará una situación en extremo delicada en unos cuantos años, por no decir meses. ¿Lo entiende López? Me corrijo. Por supuesto que sí. Y a eso es, justamente, a lo que le apuesta. Él sabe que la única manera de regresar victorioso a la escena política es en medio del caos. Su discurso se sintetizaría entonces en una sola frase: 'Se los dije'.
8. La estrategia va. En el interior del PRD la disputa está ya en quién levanta la voz más fuerte y en forma más airada para defender el... petróleo. Así que Dios guarde la hora. Porque el contagio puede ser inmediato y convertirse en unas cuantas semanas en epidemia.


Traidores al paredón
Enrique Krauze
Reforma, 10 de febrero de 2008

Muchos criticaron la frase 'AMLO es un peligro para México'. Se dijo que era el emblema de la 'guerra sucia' y que provenía 'directamente de Joseph Goebbels', autor del famoso dictum: 'Una mentira repetida cien mil veces se vuelve verdad'. Académicos distinguidos lamentaron que la 'atmósfera de miedo' y 'polarización' creada por el PAN pudiese incitar a la violencia: 'el concepto de 'peligro para México' significa que es un peligro para la nación, y entonces no se puede contemporizar, y hay que eliminarlo'. Escritores reconocidos apuntaron que el uso insistente de la frase en boca de Calderón era condenable en términos intelectuales (una 'generalización... sin matiz o lógica'), deplorable en lo moral ('es la cima de la campaña de odio... es volver orgánica la histeria revanchista'), pero sobre todo peligrosa, ella sí, en términos políticos: '¿Por qué tal belicosidad si lo que se quiere es un clima civilizado?'
Ahora López Obrador llama 'traidores a México' a quienes propongan cualquier reforma energética. Aunque al principio pareció reservarse los nombres de quienes tenía en mente, no tardó en soltar algunos: Felipe Calderón, Juan Camilo Mouriño, Jesús Reyes Heroles, Santiago Creel y Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa Patrón y Francisco Labastida Ochoa. Al poco tiempo, amplió la cobertura y advirtió que será 'un traidor a la patria' el legislador, 'sea del partido que sea', que vote en favor 'de cualquier modificación a la Constitución o leyes secundarias que permitan la participación privada en la industria petrolera'. Y, sin más contemplaciones, decretó: 'Aquí hay dos grupos: los que están a favor de las reformas energéticas y los que estamos en contra. No hay lugar para la medianía. No se puede permanecer en medio, no se puede ser moderado, porque el que apoya a las reformas es traidor a la patria, sea del partido que sea'.
Señalar a un político como 'un peligro para México' es, sin lugar a dudas, una acusación muy grave, pero no tiene traducción práctica en los códigos vigentes. En cambio la frase 'traidor a la patria' remite a responsabilidades muy claras y específicas. En el artículo 22 de la Constitución de 1917, la 'traición a la patria' estaba tipificada 'en guerra extranjera' y se castigaba -lo mismo que el plagio, los delitos graves de orden militar o el homicidio con alevosía y ventaja, entre otros- con la pena de muerte. El párrafo fue omitido hace muy poco, el 9 de diciembre de 2005, pero el cargo persiste, referido sólo al presidente de la República, en el artículo 108, segundo párrafo, de la Carta vigente. Aunque la pena de muerte se ha derogado, el Código de Justicia Militar y el Código Penal Federal siguen tipificando el delito con penas severísimas. Los artículos 203 y 205 del primero prevén penas de hasta sesenta años; el artículo 123 del segundo dice a la letra: 'Se impondrá la pena de prisión de cinco a cuarenta años y multa hasta de cincuenta mil pesos al mexicano que cometa traición a la patria en alguna de las formas siguientes', y enseguida enumera quince puntos, casi todos referidos a casos de guerra (pérdida de territorio, espionaje) salvo el primero, más genérico: es traidor a la patria quien 'realice actos contra la independencia, soberanía o integridad de la Nación Mexicana con la finalidad de someterla a persona, grupo o gobierno extranjero'.
En nuestro régimen constitucional, la determinación de la responsabilidad jurídica correspondería desde luego a los ministros de la Suprema Corte de Justicia pero, llegado el caso, AMLO no tendría el menor empacho en considerarlos, a ellos también, 'traidores a la patria'. ¿Y qué ocurriría si un buen número de mexicanos se convencieran de buena fe sobre la necesidad de las reformas? Tampoco ahí cabe duda: serían 'traidores a la patria'.
Pero ya se sabe: el Peje por su boca muere. Y es que el propio Proyecto alternativo de nación elaborado por AMLO decía a la letra: '... tampoco deberíamos descartar que inversionistas nacionales, mediante mecanismos transparentes de asociación entre el sector público y el privado, participen en la expansión y modernización del sector energético o actividades relacionadas, siempre y cuando lo permitan las normas constitucionales'. Bajo su actual óptica radicalizada, el líder se ha vuelto 'traidor a la patria'.
El problema, como es obvio, no es legal sino político: pertenece a la órbita de nuestro imaginario histórico. La frase 'un peligro para México' induce temor, pero la frase 'traidor a la patria' provoca odio y ánimo de venganza. En México, quien incurre en 'traición a la patria' merece el castigo terminal de todos los 'traidores' de nuestra historia. Aquí ya no sólo estamos frente a una 'generalización sin matices ni lógica', una 'mentira repetida mil veces', un caso de 'polarización' o 'belicosidad'. Estamos frente a algo mucho más serio: una abierta apelación al 'pueblo' para que, fiel a 'sus usos y costumbres', haga lo que siempre hizo con los 'traidores': llevarlos al paredón.
¿Qué dicen ahora los críticos? Ni una palabra, por supuesto.

lunes, febrero 04, 2008

El diccionario de Chris...


El 2 de febrero mi compa Yépez publicó en el suplemento Laberinto esta demoledora y elegante crítica a Christopher Domínguez y su Diccionario. Uno de los puntos culminantes de la crítica literaria en México en los últimos años, sin duda -según yo, je. En la foto, Heriberto y Maira -y la Replicante de cine.

Archivo hache
La crítica en la era de Letras Libres
Heriberto Yépez

No pido que el FCE retire el Diccionario crítico de la literatura mexicana 1955–2005 de Christopher Domínguez Michael, como lo piden Mendiola y Samperio. Pero en algo tienen razón: el libro falló.
No falló en lo estético: no sería grave. Todos escribiremos al menos un libro malo. Falló en lo esencial. Falló en lo ético.
La obra será usada en cátedras y bibliotecas foráneas y paisanas. La visión que les ofrece no es responsable. El orden de las reseñas sueltas no altera el amiguismo reiterado.
Citando al prócer de su prosa: el Diccionario es un 'catálogo descabalado'.
Esta reunión de textos hecha diccionario no autocrítico resume su carrera. ¿Por qué las opiniones de Domínguez son centrales en nuestro campo literario? Heredó del grupo paceano-krauzeano el pulgar juicio imperial. Y los demás, entrampados por la herencia circense se autoinstalan el Status Software que les ordena temer y respetar la Gran Opinión.
Siendo inteligentísimo, ¿por qué no recapacita y manda a la chingada todo el aparato que utiliza y lo está utilizando y se hace pleno escritor autónomo?
La inercia no corrige camino. Ante el rechazo, endurecen los favoritismos. No reconocer errores petrifica.
Su ortodoxia ya tiene epígonos, que basan su timografía en la malaleche y la oportunitis. De verdad que da tristeza leer lo que hace con la crítica una parte de Letras Libres.
Paz hacía crítica poética, inteligente y visceral. Domínguez es sólo inteligente y visceral. Sus párvulos son ya sólo vísceras sin pensar. En retrospectiva, se tiene la impresión de que Domínguez se ha convertido en su propio empobrecido discípulo.
Un texto hace ensayo, y al siguiente ¡relaciones públicas! Domínguez es desigual en lo que nunca hay que serlo: en la ética.
Escribe bien: vía estilo disimula el compadrismo mexicano del que abusa.
Nótese este fenómeno: ya no se le cree ni cuando dice la verdad.
Cuando un narrador o poeta escribe sobre amigos, se entiende. Cuando lo hace un crítico literario profesional, se desacredita.
Domínguez, para tener lugar en la República, se hizo crítico-reseñista. Y para volverse crítico-protagonista hizo de su pluma culta pluma al servicio. En el futuro, Domínguez será usado como ejemplo de corrupción intelectual. Su gran talento no merecería ese sino.
Puede que LL encabece durante más tiempo la hegemonía literaria nacional. Pero no la lucidez o equidad. Ni mucho menos la rara belleza de la ética. LL falló. No lo aceptarán jamás. En honor a la tradición que dicen continuar deben hacer una severa revisión. Algunos lo saben en su interior.
A veces la corrupción mexicana se disfraza de revista internacional.
De no hacerlo forjarán destino como miembros distinguidos del cacicazgo yuppie, sobrino bonito del PRI mental.