domingo, octubre 19, 2003

El Gran Rechazo
Underground y contracultura

El contrapeso de la cultura occidental
ESCRIBE LUIS RACIONERO En Filosofías del underground (Anagrama):

Utilizo el término underground por ser más amplio que el de contracultura. De hecho, el término contracultura es una desafortunada traducción española del inglés 'counter culture'. En inglés se diferencia entre 'counter' y 'against'; 'against' es contra, en cambio 'counter' significa contrapeso, equilibrar por compensación. En este sentido, el término inglés contracultura significa el intento de equilibrar la cultura occidental compensándola en aquellos aspectos cuya carencia está provocando su declive. En la traducción española la idea ha adquirido connotaciones de movimiento anticultural, de ir contra toda cultura y no sólo [contra] los aspectos nocivos de ésta...

Sin embargo, hay quienes no distinguen entre underground y contracultura o leen con indiferencia no sólo estos dos términos, sino también palabras como alternativo y marginal, de la misma manera en que para algunos esto es algo que debe tomarse en serio y para otros más no dejan de ser banalidades de adolescentes tardíos o de excéntricos.
No pocos mistifican la historia del underground y se esfuerzan por mantener en sus pedestales a los santos contemporáneos de su preferencia (la contracultura también reproduce los vicios de la cultura dominante, y hay quienes necesitan leyendas y héroes para homenajear), más bien escasos y preferentemente estadounidenses: Leary, Burroughs, Bukowski, Ginsberg, Kerouac, Hoffman. (Algunos más osados se aventuran en otros continentes, en otras épocas y con autores como Blake, Huysman, Nerval, Hesse, Eliot, Crowley, Lord Byron, Huxley y más allá.)
No obstante, tal como lo explica Racionero, el underground tiene una larga historia que se remonta a los orígenes de la humanidad, y la contracultura vendría a ser solamente la "encarnación pasajera del underground en la década de los sesenta":

El underground [...] es la tradición del pensamiento heterodoxo que corre paralela y subterránea a lo largo de toda la historia de Occidente, desde la aparición de los chamanes prehistóricos, la instauración del derecho de propiedad, la transición al patriarcado y la invención de la autoridad y la guerra, hasta nuestros días.

Generaciones enteras elevaron el festival de Woodstock de 1968 y la erupción del punk en 1976 a dimensiones mitológicas -porque antes de estos acontecimientos no había nada, ¿o sí?-, pero los rastros de estos acontecimientos disruptivos se perderían pocos años después en los laberintos de la boyante industria discográfica y de la estrafalaria moda de cada día.
Racionero -filósofo, economista, ingeniero y urbanista- va a las raíces para devanar las convergencias contemporáneas del pensamiento del Gran Rechazo, como él denomina a la gran tradición underground. Existen vasos comunicantes entre las llamadas filosofías individualistas (el romanticismo, la ética amoral, el anarquismo) y algunas filosofías orientales (el taoísmo, el yoga y otras con "una visión alternativa del mundo, basada en el flujo y la transformación en vez de la inmutabilidad griega y las dualidades judeocristianas") y también con las filosofías psicodélicas (el chamanismo, la energía de la mente, -nacidas de los experimentos realizados con sustancias que cambian las conexiones cerebrales y que confirman la existencia de diferentes estados de conciencia, planteando el relativismo de la realidad contra el dogma positivista de la inmaculada percepción-, esto es, -el racionalismo como único método válido de conocimiento-). El underground es, así, una tradición universalista, antiautoritaria, comunal, libertaria y descentralizadora que se materializó estruendosamente 'la última vez' en la contracultura de los años sesenta, caracterizada formalmente por su énfasis en el rock, las drogas psicodélicas, las comunas y la filosofía oriental y hermética.
"Esta Gran Tradición underground se caracteriza por dos tendencias fundamentales -seguimos a Racionero-: la búsqueda de una solidaridad mundial y el cortocircuitaje de las líneas de poder, distribución, producción e información de las organizaciones autoritarias." En ese sentido, hubo acciones y manifestaciones de esta tradición que lograron extender a la práctica las ideas contraculturales: las comunas y las cooperativas como medios de producción y el arte underground -antes de Warhol- como medio de identificación (véanse de nuevo las portadas de los discos de Janis Joplin y los cómics de Robert Crumb). Vale la pena preguntarse en qué se ha transformado todo esto.

En esta esquina, los jipitecas...
En el mapa local la nación de Avándaro -la primera generación de gringos nacidos en México, bautizada así por un consternado Monsiváis- y el alivianado escritor de la onda, José Agustín, son aún las coordenadas obligadas de la resistencia contracultural mexicana de la década de los sesenta, en tanto que el amor libre, los Rolling Stones y Grateful Dead y poco después -en los años setenta-, Three Souls in My Mind, Santana y El Ritual (los Spiders en Guadalajara); la greña larga, los beatniks y la poesía y otras literaturas marginales (los infrarrealistas), la mariguana, las drogas psicodélicas, los viajes interiores y a la sierra de Huautla, la ropa de manta y los huipiles, el esoterismo (la prehistoria del new age de los noventa), la alimentación vegetariana, las filosofías orientales y el repudio al autoritarismo fueron las estridentes banderas de un movimiento necesariamente minoritario -las mayorías pusilánimes se acogen al manto protector del Estado- y vapuleado, por un lado, por los macanazos del paternalismo priísta y la moral cristiana de la gran familia mexicana y, por el otro, por el rechazo a priori de las incorruptibles juventudes izquierdistas -cobijados por la imagen beatífica del Che Guevara-, adiestradas para escuchar consignas musicalizadas con quenas y charangos bolivianos y memorizar los manuales de la estalinista chilena Martha Harnecker. (El rock es un instrumento de penetración del imperialismo yanqui, compañero.)
Estas manifestaciones escandalizaban e irritaban a los conservadores de hace treinta o cuarenta años -que en poco se distinguen de los de ahora-. Hoy son consustanciales a nuestra cotidianeidad: la tensegridad es una terapia inventada por Castaneda para esquilmar a las señoras ricas y el vegetarianismo una moda cara y glamorosa: cómo no, la Era de Acuario y el mercado se llevan de maravilla. El rock perdió hace años su aura contestataria y se volvió un entretenimiento infantil y las drogas -vendidas al amparo de la policía- sirven para todo menos para expandir la conciencia. La literatura es un carrera enloquecida de vanidades y premios y el arte conceptual un negocio transnacional de millonarios ilustrados.
Con todo, la sociedad no es la misma que la de los años sesenta. El paisaje es diferente y las formas que adopta el underground otras muy distintas. Los escenarios se han ensanchado y los mecanismos de la represión se han vuelto más sutiles (aunque no está de más tener los toletes a la mano). El sistema, por cierto, goza de perfecta salud.
Pero -underground es un término ya insostenible o aun menos apto que alternativo-, escribe Heriberto Yépez en la Tijuana del nuevo siglo: -Lo underground ya no puede existir en un mundo dominado por los paparazzis y los hackers, los mass media y los peep shows, un mundo en el que las becas del Fonca apoyan incluso a los hoyos fonqui-.
Yépez podría tener razón. Desde tiempos inmemoriales la omnipresencia del Estado mexicano ha creado seres de espíritus sumisos y maleables. Los brotes de inteligencia y rebeldía que iluminaron el siglo XX -el movimiento estridentista, el de los contemporáneos, los muralistas, la generación de la ruptura, los enfants terribles de los sesenta y los roqueros de los ochenta- fueron tergiversados y apropiados por el establishment, pese a la retórica violenta y contestataria original de aquellas manifestaciones. En el mejor de los casos, algunos de estos rebeldes geniales optaron por el suicidio (Jorge Cuesta), el autoexilio (Alejandro Jodorowski) o las drogas, la mota y el alcohol. Unos cuantos más pudieron vivir soterradamente al margen del erario y de los homenajes. (¡Ave César, Juan José Gurrola!) Los demás viven felices en el limbo del arte y la literatura nacional o dentro de la pantalla del televisor.
Casi nada escapa al ojo clínico del Estado mexicano y no hay nada que éste no pueda pervertir o tragar con consecuencias apenas indigestas. Las revoluciones -la mexicana, la soviética, la cubana- hace mucho tiempo que se despojaron de la piel de oveja y se convirtieron en lobos aún más feroces que los del viejo Marx. El Che Guevara -homofóbico y arbitrario- murió de asma y de un tiro de gracia en las montañas bolivianas, y las playeras con su imagen estampada que visten los atroces globalifóbicos mueven más a la curiosidad y a la moda que a la reverencia. (El mejor corolario para este derrumbe estrepitoso es el extraordinario diseño de Eduardo Chavarín con el rostro del payasito de la tele, Cepillín, mirando al horizonte y luciendo la boina del exaltado guerrillero.)

La contracultura del año 5000
No es fácil moverse en los márgenes del poder y de las instituciones, y es casi imposible evadir el peso y los estragos de la ideología dominante. Escribe Héctor Villarreal:

Una vez que el hedonismo es el pilar del capitalismo, los temas relacionados con la sexualidad, el consumo de drogas y la crítica a cualquier valor religioso, costumbrista o moral son absolutamente inocuos para un sistema en el que la eficiencia en la esfera económica no tiene otro fundamento que el de la máxima ganancia mediante la oferta de los satisfactores imaginarios y simbólicos detonados por el consumismo. Los escándalos en torno a algún artista que ataque o critique aspectos de alguna religión institucionalizada son motivo de discusión en la prensa, pero son totalmente asimilables en una sociedad abierta y presentados como muestra de su amplia tolerancia (Cuadernos de ContraCultura 2).

La crítica, la ironía, la parodia, la inconformidad, la intransigencia lúcida y la creatividad son nociones y actitudes difíciles de poner en práctica en la vida cotidiana sin que pierdan mucho de su intención y efectividad: la indiferencia de la sociedad acaba por ahogarlas. La literatura, el cine y las artes se consumen en sectores muy reducidos. Las parcelas de poder están bien distribuidas y el hombre y la mujer de la calle buscan la manera más ventajosa de sobrevivir, a costa de quien sea. La solidaridad es un concepto en desuso. De las rebeliones se pasó al desencanto y al suicidio (remember Kurt Cobain). Sólo los yupis son felices. La sociedad es permisiva y sólo se escandalizan -o fingen que lo hacen- los ultras del conservadurismo financiero, político y religioso.

¿La globalifobia es contracultural?
Los neozapatistas declararon la guerra al gobierno mexicano y éste les declaró su amor. La entrada de la marcha zapatista a la Ciudad de México se olvidó al día siguiente. (¡No, no es cierto!, gritan los monos blancos y los indios de Barcelona al ritmo de Manu Chao.) En tanto, los aborígenes de todos los signos ideológicos, religiosos y culturales sufren las consecuencias de su propia civilización -de sus atávicos usos y costumbres- y de nuestra globalización (¿quién es más indio, un mixteco de Oaxaca o uno emigrado a Los Ángeles?). Los globalifóbicos -o altermundistas, el mamoncísimo término acuñado con histérica presteza por los políticamente correctos-, anarquistas y zapatistas de corazón, se olvidaron de leer y de pensar: lo único que los diferencia de los enclaustrados en la casa del Big Brother es la clase social: el lenguaje es el mismo, como lo es también su actitud antiintelectual (Oye, Mosh, acá tengo unos libritos, si te interesan...). Uniformados por la globalización a la que tanto aborrecen, los desbocados rebeldes del mundo apedrean MacDonald's y erigen héroes cada año para refrendar su compromiso con la inminente revolución interplanetaria. (¿Cómo carajos se llama el campesino coreano inmolado en Cancún?)
La contracultura no va a cambiar al sistema, pero ha estado transformando al mundo desde los comienzos mismos de la humanidad. El underground ha provocado el relajamiento de las costumbres y mayor permisividad de la sociedad occidental (los movimientos políticos son cada vez menos políticos y más salvajes y, como sabemos, sólo pretenden la sustitución de un poder por otro igualmente nocivo). No importa que el sistema parezca vencer siempre, basta con que alguien, en alguna parte, sea capaz de desnudar a la hipocresía, la burocracia y la moral que campea en todos los ámbitos de la civilización.

* Leí una versión de este texto el 10 de octubre ante sesenta amigos, periodistas, anarcopunks, darketos y un judío borracho en el bar Les Fleurs du Mort, de Guadalajara, dentro del ciclo de conferencias El País Oculto, organizado por la Dirección de Actividades Culturales de la Secretaría de Cultura del Estado de Jalisco. Gracias a Francisco Javier Lozano y a Bernardo Esquinca.

martes, septiembre 23, 2003

Apareció ya el primer número de los Cuadernos de ContraCultura, con una entrevista del maestro Carlos Martínez Rentería (director de Generación) a un servidor; un texto de Heriberto Yépez sobre Cuarenta y 20, y otro de Diana Palaversich sobre el mismo libro y otro de Fadanelli, Más alemán que Hitler. Cuando me vean pídanmelo, es gratis... Lo repartiré en mi charla sobre Cultura Underground el 10 de octubre en el café Las Flores del Muerto, en Guadalajara City.



domingo, septiembre 14, 2003

Advierto que este post no lo escribe Rogelio.

Se reciben felicitaciones de cumpleaños en roger56@prodigy.net.mx.

L.

lunes, agosto 25, 2003

De un solo putazo visual el tijuanense Edoardo Chavarín --diseñador de NaCo-- le da en la madre a la añeja ideología guevarista, tan cara a los neozapatoides, cegeacheros y demás especímenes de lo que antes se llamaba "izquierda". Su diseño del "Chepillín", que luce ya en playeras chilangas y del país, condensa humor y crítica feroz. El rostro adusto del famoso payaso regiomontano portando la boina del guerrillero asmático es una extraordinaria vuelta de tuerca a la celebérrima imagen, reproducida millones de veces desde los años sesenta en todo el mundo por comerciantes y oportunistas y usada hasta el desgaste por los que aún creen en las bondades de un socialismo decrépito y sanguinario... La playera original cuesta 200 pesos, pero puedes conseguir la pirata a 50 varos en la calles de la Ciudad de México...

jueves, julio 31, 2003

Gracias, Bonet!

Anoche, a eso de las once, se escucharon a lo lejos unos gritos que conforme se acercaban dejaban oir la frase: "Estoy de buen humor!", que se repetía cada cinco segundos con el volumen cada vez más alto. Reconocí la voz de mi amigo Rubén Bonet. Yo estaba sentado en la taza del escusado. Bonet pasó bajo mi casa y modificó su canto: "Ese mi Roger!", y después siguió con el mismo grito: "Estoy de buen humor!", que se perdió entre las calles de la colonia Condesa.
Desde aquí le agradezco el saludo, que hizo más grata mi estancia en el baño: Salud, poeta!

martes, julio 29, 2003

Me escribió un chavo de Barcelona para contarme el siguiente chisme:

Hola:
Soy de Barcelona y me impresionó que el escritor Juan Villoro se expresara de usted tan mal (también de otro escritor al que no se si le apodan o se llama Willy Fadanelli).

Puse el nombre (de usted) y me encontré su blog.

¿Podría usted explicar en su blog por qué el sr. Villoro se expresa de usted con terminos como: "R. Villarreal es un simple cero a la izquierda. Una basura que mejor no vale la pena hablar de él."

Tanta molestia de Don Juan me impresionó y curiosamente le hizo propaganda a usted. Suele suceder.

Espero ver en su blog sus comentarios acerca de J.V.

Gracias:

Fernando Campos

--

Le escribí- a Fernando para preguntarle dónde había hecho Villoro estas declaraciones y me contestó lo que sigue:

Hola:

Estuve lejos de esta PC por cuestiones de trabajo.
Pues esas declaraciones -o comentarios- los hizo en una televisora local (aquí- en Barcelona).
Creo que lo que mas nos molestó fue que pusiera una cara como de desdén ”o como de "fuchi" como decís vosotros- hacía usted (y el sr. Fadanelli).

A mi en lo personal también Villoro me parece un gran hipócrita.

Buscaré textos de Fadanelli. Gracias por la sugerencia.

Saludos:

Fernando Campos.

--

Villoro está encabronado conmigo porque hace diez años publiqué en La Jornada Semanal que era un niño fresa que escribía con cierta gracia, pero nada más. Y hace unos meses en Complot (un número dedicado al cine), escribí- sobre la película ‘Vivir mata’, de la que él es guinoista, que era una verdadera mierda. por eso no me traga. De Fadanelli pues seguramente le caga que escriba mucho mejor que él. ¿Qué otra cosa puede ser?


Este texto se publicó el domingo 27 de julio en El Ángel, suplemento cultural del diario chilango Reforma:

Fuerza a través de la alegría
Pasión y muerte del VW Beetle

Rogelio Villarreal


De Hitler para el mundo

Adolfo Hitler encomendó a Ferdinand Porsche la creación de un automóvil familiar para que los alemanes recorrieran las flamantes autopistas de la nueva Alemania nazi, el imperio del superhombre ario que habría de durar mil años.
El pequeño carro debería reunir las características siguientes:
- capacidad para dos adultos y tres niños
- o bien, transportar tres soldados y una ametralladora
- correr a 100 kilómetros por hora
- rendir 1.7 litros por kilómetro
- un motor confiable y enfriado por aire
- costar menos de mil marcos.
La guerra obligó a Hitler a producir vehículos militares en las plantas de la BMW, Mercedes Benz y Volkswagen -“donde trabajaron como esclavos miles de eslavos, judíos y gitanos sin recibir nada más que azotes y humillaciones y, en numerosos casos, la muerte.
El anhelo hitleriano de que cada familia germana fuera dueña de su propio auto fue truncado por la invasión a Polonia en 1939. Más de 300 mil trabajadores ya se habían comprometido a pagar, mediante cupones y con grandes esfuerzos, los 500 marcos que costaba el resistente vehículo, el cual, por cierto, llevaba el nombre de KdF-wagen: Kraft durch Freude, que significa 'A la fuerza a través de la alegría'.
Sin embargo, el delirio hitleriano siguió cauces inesperados. El führer jamás imaginó que el compacto se produciría en masa y que sería el modo de transporte favorito de millones de trabajadores estadounidenses, mexicanos y brasileños. Al término de la guerra los ingleses se hicieron cargo de las instalaciones de la VW y reiniciaron la producción de autos, que volvió a manos de la República Federal Alemana al cabo de unos años. El automóvil se produjo con pocas variantes durante siete décadas en Alemania, Estados Unidos, México y Brasil (a cuya planta, fundada en 1953 en Sao Paulo, llegaron exiliados nazis camuflados como ingenieros).
En los años sesenta, millones de estadounidenses -“aventureros y estudiantes postbeatniks- cruzaron el país de costa a costa en esos ahorrativos vehículos, que se convirtieron en el símbolo de la libertad y el movimiento, y en un icono de la cultura pop.
En México, la planta de Puebla se inauguró en 1968 y, aunque ésta seguirá produciendo automóviles, ha dejado de fabricar el clásico Beetle (escarabajo) o vochito, como le llama el usuario mexicano.


Los artistas viajan en VW

Pese a su popularidad, el Volkswagen ha tenido poca presencia en el mundo del arte. En 1978 un vehículo de éstos fue la estrella de una película en Estados Unidos (Herbie, Cupido motorizado), que poco tiene que ver con el arte (pero sí con el espectáculo, su hermana mayor), y en 1974 Chris Burden había hecho su Trans-Fixed, una pieza en la que él se colocaba con los brazos abiertos como un Cristo sobre el toldo de un VW.
-œEl arte requiere ideas: no sólo enseñar el cómo, sino saber el porqué. Hoy en día imperan los criterios de funcionarios de la cultura, museólogos, galeristas, curadores, coleccionistas y similares, que las más de las veces carecen del aparato conceptual que permite pensar a fondo el ser del arte y que, en gran medida, han contribuido a trivializarlo-, escribe el filósofo Jorge Juanes en su concisa obra Más allá del arte conceptual (Ediciones Sin Nombre/Conaculta, 2002). Sin embargo, remontando las trabas y marañas que enrarecen la lectura y comprensión del arte, dos artistas han creado sendas piezas que abordan la conexión entre ideología, tecnología y producción industrial -“con el VW como sujeto paradigmático.
Alonso Mateo (La Habana, 1964), en su instalación de 1997 –‘Fuerza a través de la alegría’-en el Museo del Chopo de la Ciudad de México, establece una mordaz similitud entre los megalomaniacos afanes productivos de Adolfo Hitler y Fidel Castro. Siete vochos de yeso en tamaño natural, cubiertos de azúcar, parodian la desmesurada idea de Castro de alcanzar 10 millones de toneladas de caña de azúcar en la malograda zafra de 1970. Como Hitler, el dictador caribeño tampoco pudo cumplir su meta (Stalin, seguramente, lo habría mandado fusilar).
Por su parte, el ex historietista mexicano Damián Ortega (Ciudad de México, 1970) ha conservado el humor que caracterizaba sus primeros trabajos. En septiembre de 2002 presentó, en el Institute of Contemporary Art de Filadelfia, la instalación Cosmic Thing, un volkswagen clásico desmembrado y suspendido del techo de la galería por resistentes cables usados en la industria de la aviación. A la manera de un dinosaurio en un museo, el VW aparece fragmentado en una constelación de piezas que parecen expandirse desde su centro, como en el Big Bang original. El vehículo, harto conocido y usado por millones de mexicanos, es objeto de una minuciosa disección arqueológica que desnuda su esencia y sus escasos misterios.
Mucho más publicitada que la instalación de Alonso Mateo, Cosmic Thing supera con mucho el corpus reiterativo y vano de su promotor Gabriel Orozco, artista mexicano impulsado a la fama internacional por los irresistibles mecanismos del infladísimo del arte.
Junto a las piezas de Alonso Mateo y de Damián Ortega deberían colocarse dos piezas más del ingenio popular mexicano: un VW con barroca carrocería de hierro forjado, más propio de un barandal provinciano, y otro más convertido en una larga limusina negra que sirven para transportar novias y quinceañeras por las calles de los barrios populares de la Ciudad de México.
-“Es inútil protestar, patalear, burlarse o llorar, lo cierto es que ya sólo la administración pública se ocupa del arte y de la religión. Si no fuera por las subvenciones estatales, el arte y la religión ocuparían un territorio similar al de la filatelia”-, escribe Félix de Azúa en su hoy imprescindible Diccionario de las artes (Anagrama, 2002). Y tiene razón, estas dos grandes piezas del arte contemporáneo se bastan a sí mismas y son el mejor corolario para la singular trayectoria del vehículo más popular de todos los tiempos.

Rogelio Villarreal (roger56@prodigy.net.mx) es escritor y periodista. Prepara actualmente dos volúmenes de ensayos y crónicas: Sensacional de contracultura y El dilema de Bukowski.

miércoles, junio 25, 2003

Este diálogo entre Bradbury y Marx salió publicado en La Risa de la Hiena... lo traduje de un video del programa de tele que menciono. Hay una versión más extensa sobre los Marx que se publicará pronto. aguanten...

Apuesta tu vida... Ray Bradbury conoce a Groucho Marx

Groucho: -¿Cuánto tiempo ha estado usted casado?
Concursante: Tres años maravillosos...
Groucho: Olvídese de los años maravillosos y cuénteme de los años miserables...
En You bet your life

Un buen día, a mediados de los años cincuenta, un escritor de treinta y cinco años decidióir a concursar en uno de los programas pioneros de la televisión estadunidense, Apuesta tu vida (You bet your life), que condujo Groucho Marx del 5 de octubre de 1950 al 21 de septiembre de 1961, y cuyo modelo de programa de concurso han seguido todos los programas televisivos del mundo hasta nuestros días. El escritor, alto, robusto y bien parecido, pasóal escenario acompañado de una vivaracha anciana de 75 años a la que no le gustaba cocinar, dedicada a cuidar niños y que esperaba vivir otros 25 años. Después de las presentaciones, y antes de pasar al concurso, Groucho -el gran mostacho negro ahora es real, como el humeante puro siempre en su boca- se dirigió al autor que ya empezaba a gozar de cierta fama y prestigio, pero seguramente no imaginaba que se convertiría años después en un escritor de culto.

Groucho: -¿Así que túeres Ray Bradbury?
Ray Bradbury: Sí, señor.
G: -¿Y de dónde eres, Ray?
R: Soy de un pueblito llamado Waukegan, Illinois.
G: -¿De Waukegan, eh? -¿Cuándo naciste?
R: Hace treinta y cinco años. [Bradbury nació el 22 de agosto de 1920.]
G: -¿Treinta y cinco años? Jack Benny nacióen Waukegan en ese tiempo. -¿Tú conociste a Jack Benny?
R: No, yo no lo conocí pero mi mamá fue a la escuela con él. [El famoso comediante, actor y locutor radiofónico y de televisión Jack Benny nació en 1894... A los diecisiete años trabajó con la mamá de los Marx en una comedia teatral. Murió en 1974.]
G: Mírala, pobrecita. -¿Y qué clase de trabajo haces, Ray?
R: Soy escritor [I’m a writer].
G: -¿Que tipo de jinete [Groucho quiere confundir writer con rider]? De pony express, motocicleta o de qué?
R: Escritor: e s c r i t o r.
G: -¡Qué refrescante! Un escritor que sabe deletrear. Seguramente no eres un jinete... -¿Qué más has escrito aparte de recaditos al lechero?
R: Unos cuantos libros, uno llamado Crónicas marcianas [1950]; otro que se llama Las doradas manzanas del sol [1953]; Farenheit 451 [1953], todos en la editorial Doubleday; muchos cuentos cortos para el New Yorker, The Post, Colliers Magazine, y cosas por el estilo.
G: -¿Con que eres un escritor exitoso? -¿Has hecho algún otro tipo de trabajo aparte de ciencia ficción y cuentos?
R: Sí, hice el guión de Moby Dick para John Houston.
G: -¿Oh, de veras? Con ese trabajo pescaste una ballena... [Groucho dice “A whale of a job”: una ballena de trabajo]. -¿Eres casado, Ray?
R: Sí, sí lo estoy.
G: -¿Y en dónde conociste a tu esposa, recuerdas eso?
R: Ella trabajaba en una librería, aquí en Los Ángeles; un día entré a ver libros y ella pensó que me los estaba robando.
G: Pensó que pertenecías al club mensual de rateros, -¿eh? [Groucho juega con la rima entre crook, ladrón, y book]. -¿Qué fue lo que te atrajo de tu esposa?
R: Es muy hermosa, extremadamente inteligente y lee muchísimo.
G: -¿Y esto lo supiste sólo de verla parada en la tienda?
R: Después de un rato de platicar con ella me enteré de que conocía todos mis libros y cuentos cortos, y eso me cautivó.
G: -¿Así que, a fin de cuentas, te casaste con esta chica para llegar a casa por las noches y platicar de ti?
R: Inevitablemente en eso terminó, por cierto.
G: -¿Y no encuentras que eso pueda ser aburrido después de un tiempo?
R: No, incluso me parece muy refrescante.
G: -¿Nos describes brevemente uno de tus cuentos, para tener una mejor idea de tu trabajo?
R: Escribí un cuento de ciencia ficción en el Saturday Evening Post hace algunos años, llamado “The Veldt”? [así se le llama a las sabanas del África meridional; es un cuento contenido en el libro The Illustrated Man, de 1951, en el que Bradbury inventa el concepto de realidad virtual generada por una máquina]; es la historia de dos niños que tienen un cuarto con una gran pantalla de tele, de pared a pared, en la que acostumbran ver programas sobre África. Un día los padres entran y tratan de apagar la televisión, pero los niños, por medio de algún sistema mecánico...
G: -¿Qué sistema era ése?
R: Era un secreto, no puedo decirlo, -¡no sabía!
G: Es lo que yo sospechaba.
R: Al final del cuento, cuando los padres entran al cuarto para apagar la tele, los niños hacen que los leones salgan de la pantalla y se coman a los padres... Fin del cuento.
G: Bueno, es un cuento muy sentimental, una mezcla un poco de Alicia en el País de las Maravillas y Mujercitas, -¿no?

Después del diálogo Groucho empieza con el concurso, Movie Quiz: Ray y la anciana deben responder a las preguntas de Groucho sobre trivia cinematográfica. A tres de cuatro preguntas Ray responde acertadamente: una sobre La comezón del séptimo año, con Marilyn Monroe, otra sobre una novela de Ernest Hemingway, Por quién doblan las campanas, y una más, Adiós, Mr. Chips. A la cuarta le falla la memoria y la pareja gana solamente 170 dólares -quizá una cantidad no tan despreciable en aquellos días. [Los videos de las películas de los hermanos Marx y del programa de televisión pueden conseguirse en tiendas especializadas. Por desgracia, no están subtitulados.] Groucho Marx nació el 2 de octubre de 1890 en Nueva York, y murió en Los Ángeles el 20 de agosto de 1977.

martes, junio 03, 2003

El hombre: amo y señor de la civilización

La agresividad superior del hombre es el más grande de todos los valores sociales y económicos.
George Gilder, en Riqueza y pobreza (uno de los libros favoritos del ex presidente Ronald Reagan).

Un historiador y periodista mexicano publicó hace unos meses ?en diciembre de 2002? un libro atroz: Huesos en el desierto (Anagrama). El autor, Sergio González Rodríguez, ofrece los pormenores de una perseverante investigación que le llevó años de evasivas, sinsabores, sorpresas desagradables y hasta un secuestro y una golpiza que lo envió dos meses al hospital. La historia de más de 300 asesinatos terribles e impunes de niñas y jóvenes mujeres en Ciudad Juárez durante diez años y la apatía y la negligencia de las autoridades, así como de su evidente complicidad en estos crímenes. Los miembros de una mafia de narcoempresarios, altos funcionarios y policías se solazan y estrechan sus lazos con el secuestro, la tortura, la mutilación, el asesinato y el desecho de los cuerpos de las víctimas en parajes desolados de la descompuesta urbe fronteriza ?esta investigación proporciona pruebas y nombres?. Si algo desconcierta es que, después de la publicación de este libro, de las protestas de los familiares y amigos de las mujeres asesinadas y desaparecidas, de la reiterada exigencia de justicia a las autoridades estatales, federales y hasta internacionales, la sociedad ?casi toda ella? permanece impávida. A pocos les importa la suerte de aquellas muchachas pobres, trabajadoras, abandonadas. No, desde luego, al bravucón Francisco Barrio, ex gobernador panista del estado de Chihuahua, cuyo periodo vio surgir las primeras desapariciones y muertes; ni al pendenciero Patricio Martínez, gobernador priista, quien alega que es un problema heredado de su antecesor y que, en realidad, no es tan grave como dicen: ?Los medios exageran.? Tampoco al locuaz Vicente Fox ?ni a la ?pareja presidencial??, cuya campaña electoral fue en parte financiada, como se desprende de las indagaciones de González Rodríguez, con dinero del narcotráfico previamente lavado por Valeria Korrodi ?hija del principal promotor de los Amigos de Fox? en El Paso, Texas.
Este caso es sólo uno de los extremos a que puede llegar la exacerbación de una misoginia extendida en todo el mundo desde hace, por lo menos, cinco mil años. Desde entonces las agresiones contra las mujeres ?en todas sus formas y graduaciones: el menosprecio, la humillación, la cosificación, la ridiculización, la subestimación, el sometimiento sutil o brutal, la discriminación, la violación, la esclavización, el asesinato y las masacres? han sido cosa de todos los días en todos los continentes y por las más disímbolas razones: religiosas, culturales, políticas o económicas ?masculinas todas ellas, desde luego. Del cercenamiento del clítoris de las adolescentes del Islam fundamentalista al asesinato de las niñas recién nacidas en algunas regiones de Asia. De la venta de las muchachas casaderas al mejor postor en las culturas indígenas de América a la lapidación de las adúlteras en el África musulmana. De la violación tumultuaria de las mujeres de los pueblos invadidos de la antigüedad euroasiática a la violación selectiva de las mujeres en las guerras de la posmodernidad occidental. De acuerdo con diferentes religiones y concepciones del mundo, y según las circunstancias históricas, a las mujeres se les puede apedrear, quemar el rostro con ácido o golpear por exigir el gasto; despojar de sus bienes, despreciar, vender o canjear. Casi todas las tradiciones califican y relegan a las mujeres, a su modo y con distinta intensidad, como impuras, indignas, obedientes, conformistas, hechiceras, curanderas, matronas, malignas, botines de guerra, embusteras, incapaces de razonar, criadas para el placer del hombre ?los ?animales domésticos a menudo placenteros? de Nietzsche?, abnegadas, paridoras de hijos ?como querían Stalin, Hitler, Mao y Ceausescu?, objetos de ornato, prostituibles, embellecidas artificialmente, deseables ?hasta no hace mucho tiempo los chinos apretaban con vendas los pies de las niñas para que éstos no crecieran; hasta no hace mucho tiempo las mujeres de países civilizados no tenían derecho a voto. La Iglesia católica se cuestionó durante siglos si las mujeres poseían alma y piadosos cristianos, judíos y musulmanes las consideran indignas del ministerio religioso: Dios es hombre, así como los profetas y los mesías?. La mujer contemporánea sigue pagando las consecuencias de una virilidad mal entendida, despótica, prepotente, egoísta. La preservación del poder a toda costa ha hecho de las mujeres sujetos prescindibles, objetos intercambiables.

En una época ya muy lejana ?el illo tempore de Mircea Eliade?, las antiguas sociedades igualitarias rendían culto a la Diosa Madre, la diosa de la fertilidad ?presente en prácticamente todas las culturas primitivas?, y en las que todos sus integrantes eran iguales y su trabajo era igualmente valioso para la vida comunitaria. En los últimos años se han publicado libros que reescriben la historia ?una historia de subordinación y violencia? a partir de nuevos hallazgos arqueológicos, antropológicos, históricos y filosóficos, y que apuntan hacia una nueva concepción de sociedad en la que pesen por igual la sensibilidad y la inteligencia de la mujer ?la otra mitad del género humano?, proscritas hasta nuestos días por la sociedad patriarcal, autoritaria y militarista ?androcrática? que ha regido en Oriente y en Occidente durante los cinco últimos milenios y que oprime también a millones de hombres. Se trata de obras como la monumental Historia de las mujeres, coordinada por Georges Duby y Michelle Perrot (Taurus, 2000); El cáliz y la espada, de Riane Eisler (Cuatro Vientos, 1998); El retorno de la diosa. El aspecto femenino de la personalidad, de Edward C. Whitmont (Paidós 1998), Dios nació mujer, de Pepe Rodríguez (Ediciones B, 1999), Mujeres que corren con los lobos. Mitos y cuentos del arquetipo de la mujer salvaje, de Clarissa Pinkola Estés (Ediciones B, 1998) y, entre muchas otras, El siglo de las mujeres, de Victoria Camps (Cátedra, 1998).
En un resumen esquemático ?y que no hace justicia a su profundidad y complejidad? puede decirse que algunos de estos libros hablan del dramático vuelco que dio la historia cuando las primeras formas de organización social ?igualitarias o solidarias, como las llama Riane Eisler?, basadas en la recolección, la horticultura, la caza, la pesca y la agricultura incipiente, y en las que la mujer tenía un papel preponderante debido a su labor en las tareas agrícolas y a su función reproductora ?que la equiparaba a la de las misteriosas fuerzas de la naturaleza?, se transformaron paulatinamente en organismos más complejos debido al desarrollo de nuevas tecnologías para el cultivo de la tierra, a los excedentes que se producían gracias a éstas, y a la necesidad de ejercer control sobre las tierras, las tecnologías y la producción. Es inevitable la aparición de la propiedad privada y la consecuente necesidad de defenderla ante los intentos de saqueo de otras tribus: a veces es más tentador robar que producir [Pepe Rodríguez]. Los hombres, más fuertes y libres de las tareas reproductivas, se organizaron en fraternidades guerreras para atacar o defenderse, relegando a las mujeres al cuidado de los niños, de la casa y de la comunidad. Las deidades femeninas sucumbían o pasaban a segundos planos ante el avasallador surgimiento de fieros dioses guerreros que exigían sacrificios y ofrendas por boca de los sacerdotes: emergía así la nueva casta que dominaba ahora la religión y la economía. El mito bíblico de Adán y Eva es un ejemplo paradigmático de la conversión de la mujer en un ser poco confiable, impuro y culpable de la expulsión del paraíso.
Los pueblos extraños eran enemigos potenciales, amenazas constantes a las propiedades y posesiones propias. La sociedad se volvía rígida y jerárquica. Nacen las ciudades-Estado y con ellas se perfecciona la estructura de dominación masculina. Los mitos ancestrales sobre la Madre Tierra ya han cedido su paso a las nuevas mitologías de héroes y conquistadores, sólo quedaban algunas figuras simbólicas, meros resabios de la importancia de las mujeres en el proceso evolutivo de la humanidad hacia la civilización: una civilización que las traicionó más pronto de lo que se imaginaban.
Dinámicas y contradictorias, las diferentes culturas son generadoras de nuevas condiciones y realidades. El hombre ?es decir, el género humano: la mejor parte de éste?, se ha detenido a reflexionar en algunos momentos de la historia. Las constantes discusiones filosóficas e ideológicas, sobre todo a partir de la Ilustración y las posteriores aportaciones de mujeres y hombres intelectuales que no se ajustaban al estereotipo del pensamiento patriarcal abrieron un lugar para la mujer en distintos ámbitos de las sociedades modernas. ?Ya en la Grecia antigua y en Roma, durante las eras isabelina y de los trovadores, durante el Renacimiento y la Ilustración, el ?problema de la mujer?, como lo llamaron Marx y Engels, ha sido un tema recurrente? [Eisler]. El lema ?Libertad, igualdad y fraternidad? no habría sido pronunciado nunca de no haber existido mujeres y hombres más adelantados a su época enfrascados en intensas discusiones e inmersos en movimientos sociales. La soga se aflojaba un poco. Sólo un poco. Lo cierto es que millones de mujeres reproducen en su práctica y en su pensamiento un esquema moldeado sistemáticamente por hombres: de la reina Victoria a Margaret Thatcher o Condoleezza Rice: mujeres para quienes la guerra, el sojuzgamiento y los papeles históricos asignados a ellas mismas son perfectamente naturales: consustanciales.

Las ideologías se agotaron y se tornaron estúpidas caricaturas del pensamiento humano. Las dictaduras marxistas fracasaron y la vorágine capitalista es incapaz de aliviar las necesidades más acuciantes de la población mundial. El machismo pervive como la ideología más perniciosa de todos los tiempos. La familia reproduce los esquemas autoritarios del Estado: el padre somete a la mujer y a los hijos de la misma manera en que es sometido por el patrón. Los niños ?y las niñas: qué pertinencia ahora la del género gramatical?, a su vez, aprenden que el mundo sigue un modelo dominador-dominado de las relaciones humanas y actúan en consecuencia frente a otras comunidades, razas, naciones... La derecha y la izquierda ?sus restos, o lo que esto signifique ahora? son machistas por igual, a pesar de los discursos políticamente correctos y de las intenciones de cumplir con cuotas igualitarias en sus principios y programas. El mundo vuelve al fundamentalismo y con ello al endurecimiento de la autoridad patriarcal. Una librepensadora como Susan Sontag puede ser acusada de traidora en el país que ha logrado los adelantos científicos y tecnológicos más importantes del planeta. Las posibilidades de establecer sociedades justas e igualitarias en cualquier parte del mundo son cada vez más lejanas, a pesar de los esfuerzos y de las intenciones de pensadores, activistas y de hombres y mujeres en busca de una sociedad de plena igualdad de todos sus miembros.
Empero, si echamos un vistazo hacia atrás y vemos que las repúblicas han sucedido a las monarquías, y que antes de éstas las sociedades esclavistas fueron reemplazadas por la sociedad feudal, y que a pesar de todo también ha habido progreso social y material, ¿quién puede asegurar que las futuras generaciones de mujeres no llegarán a tener la importancia fundamental que se les ha escamoteado durante cincuenta siglos? ?La rígida estructura social androcrática?, dice Riane Eisler, ?aprisiona por igual a ambas mitades de la humanidad en papeles inflexibles y circunscritos.? Las mujeres y los hombres deben atreverse a explorar la intuición, el pensamiento no lineal, las funciones no racionales de la mente, la sensualidad y la sexualidad, para transitar de la dominación a la convivencia. (Y las feministas, por su parte, harían bien en alejarse de la histeria sectaria y abandonar el aislamiento a que las lleva esta típica actitud del infantilismo de la izquierda.) ¿Puede avizorarse el fin del despótico dominio de hombres miopes y torpes sobre una tierra convulsa, malherida? O quizá miraremos impasibles cómo avanza inexorable la hegemonía totalitaria del imperio militar más poderoso de todos los tiempos sobre los cadáveres de millones de mujeres y hombres que merecían un destino mejor, dando al traste con los importantes cambios y logros alcanzados con grandes esfuerzos en los últimos dos siglos.

[Este texto se publica también en la revista Complot Internacional del mes de junio de 2003.]

domingo, junio 01, 2003

Rubén Ortiz, artista y profesor en la UCSD, escribió estos comentarios a propósito de mis aforismos:

Depués de leer en el Reforma los nuevos debates de los tlacuilos tenochcas de la bienal de Venecia y las declaraciones megalómanas del caudillo del arte por la gracia de dios (ahora aliado a la Bermúdez), no hay más que resistir desde el blog, el espacio alternativo, el taller y donde sea. El Pajariato está llevando el nepotismo y la corrupción tanto nacionales como del mundo del arte a nuevos niveles.
Cuando hay que hacer arte "conceptual" para poder acceder al mercado es que ya valió madres la idea.
El gesto duchampiano despolitizado, aburrido, asexualizado, comercializado, homogéneo, sin sentido del humor, obediente y lambiscón...

jueves, mayo 29, 2003

El arte está en otra parte:
aforismos para la feria [del mercado] del arte

“Los artistas de todos los tiempos son como los jugadores de Montecarlo: la lotería ciega hace sobresalir a los unos y hunde a los otros”. Marcel Duchamp.

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Una de las más rudas lecciones de la posmodernidad habla del fracaso de las grandes utopías: los ambiciosos proyectos de transformaciones económicas y sociales se desvanecieron inexplicablemente frente a los ojos atónitos de la humanidad. El futuro promisorio fue sustituido por la sangrienta vuelta al pasado y a las tradiciones. Un rasgo distintivo de la época actual es el recogimiento individual y el conservadurismo en todos los planos de la vida: la política, la sexualidad, la economía y, mírenlo bien, el arte.

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En México, pocos años después del aplastamiento del movimiento estudiantil del 68
-que, sin embargo, consiguió aflojar un poco la soga-, algunos artistas e intelectuales quisieron prorrogar sus consignas y decidieron llevar el arte y la cultura a la calle, al pueblo, a las comunidades rurales. La década de los setenta vio florecer (y marchitarse) a grupos como Proceso Pentágono, El Colectivo, Germinal, Taller de Arte e Ideología, No-Grupo, Taller de Investigación Plástica, Suma, Tepito Arte Acá, Fotógrafos Independientes, Mira, Peyote y la Compañía y otros que sólo tuvieron incursiones apenas dignas de mención. Explorando nuevas formas de creación plástica y de vincular el arte con la sociedad, los grupos trataron de expulsar a éste de los recintos privados y oficiales y acercarlo a la gente de la calle: quedan en la memoria exposiciones callejeras, murales realizados al alimón con obreros y campesinos, bardas con siluetas de trabajadores plasmadas con aerosoles, murales en patios y vecindades tepiteñas, acciones e instalaciones, así como manifiestos “gran parte de ellos impregnados de histérica fraseología marxista” y declaraciones sobre la democratización de los sindicatos y protestas contra la burocracia cultural nacional y extranjera.

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Las necesidades individuales de subsistencia y de expresión pronto dieron al traste con la euforia grupera. Los colectivos fueron dando paso a personalidades individuales que reclamaban más espacio y libertad. Las colaboraciones grupales fueron desapareciendo y los artistas regresaron paulatinamente a las galerías y a los museos: al reconocimiento algunos, a la estabilidad económica casi todos. No obstante, los grupos dejaron su marca en el arte contemporáneo mexicano y ahora los artistas recurren con naturalidad al performance, a las instalaciones, a los ensamblajes, a los medios electrónicos y a otras formas de transgresión de las convenciones del arte tradicional. Acaso éste sea uno de los mayores aportes de aquel movimiento vanguardista que en los setenta y comienzos de los ochenta intentó transformar radicalmente las escasas relaciones entre el arte y la sociedad.

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Los grandes mecenas fueron los primeros curadores de la historia del arte. El escultor y el pintor que no eran tocados por la gracia del rey o del papa, del príncipe o del señor, simplemente no existían. Desde entonces el arte ha ido de la mano del poder.

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“Cuanto más vivo entre artistas, más convencido estoy de que se convierten en falsos desde el momento en que empiezan a tener el mínimo éxito. Esto también significa que todos los perros que rodean a los artistas son estafadores”.-Acerbas palabras - también de Marcel Duchamp.

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No hay lugar en este mundo para el arte de los locos, los enfermos, los niños, los parias, los olvidados. Hay otra historia del arte, escribió Jean Dubuffet.

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Gran parte del arte actual padece de vacío, artificio y reiteración. Aun las obras más huecas van acompañadas siempre de intrincados textos que intentan explicarlas. Miles de artistas surgen todos los días en todas partes del mundo para descubrir embelesados el hilo negro sin pensar jamás en dar un vistazo a la historia -pero con la mira bien puesta en los grandes circuitos de promoción y exhibición del arte contemporáneo.

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Hubo un tiempo en que el galerista era una mujer sabia, un hombre sensible: un personaje culto y refinado. Hoy es un vulgar mercachifle.

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Galeristas y curadores, directores de ferias y grandes exhibiciones se han apropiado del discurso de los artistas. ¿Será que éstos ya no tienen nada qué decir?

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Museos, festivales, galerías, conciertos, marchas, plazas y calles son insuficientes para contener la avalancha de viejos y nuevos y novísimos artistas ansiosos de mostrar al mundo su genio intransferible, irrefutable, irrepetible (y solemne, fanfarrón, aleccionador: insoportable). Así, el mundo es transformado, explicado y vuelto a explicar hasta el hartazgo. Nueva York vuelve a ser la Meca del Arte (para los neomexicanos; para el resto del mundo nunca dejó de serlo) y el hilo negro se descubre cada vez con más azoro o desfachatez: una caja de zapatos vacía demuestra que el arte es una osadía hueca que se solaza en su provocación elemental.

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Ah, el arte conceptual: mientras más se nutre de la cultura popular, más rápido toma distancia de ella.

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No son pocos los que signarían ahora aquella vieja frase “No hay más ruta que la nuestra”.

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Otro gallo cantaría si los artistas de nuestros días leyeran El arte y su distribución, del maestro Juan Acha...

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Galerías y museos vacíos: no importa. Lo que de veras ansían los artistas es tener becas, invitaciones, premios, reconocimiento. Internacional, of course.

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Son pocos los artistas de hoy capaces de hallar, sorprender, provocar, irritar, indignar... (escupir nombres sería abusar groseramente de este espacio.)

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El arte es una broma costosa que a nadie causa gracia. Salvo al exclusivo circuito de exhibición y consumo.

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“En el mundo del arte se habla sólo inglés y el tiempo se mide en bienalesa” [leído en Letras Libres].

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¿Está el arte a la altura de las circunstancias?

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“Desean ser malos y buenos al mismo tiempo”, se lee en uno de los epígrafes de La caja de Houdini. El arte de la fuga, subyugante libro de Adam Phillips [Anagrama]. Esa frase se adecua sin malicia a nuestros desmañados artistas: buenos y malos al mismo tiempo...

roger56@prodigy.net.mx