Cuatro personas fueron asesinadas y no había guerra
No había guerra te lo juro por Dios
Y no se volvió el evento del año en el planeta
Como premio de consolación
La foto de los familiares de uno de los muertos
Llorando aterrorizados junto al cadáver
Se declaró la foto del año a nivel mundial
Xhevdet Bajraj, 'La foto del año', en El tamaño del dolor.
Rock, cervezas y poesía
El Nuevo Brasil es un pequeño bar atestado de bebedores de caguamas que no cesan de cantar las baladas roqueras del grupo que anima esa cálida noche de octubre. Los Abuelos de la Nada, Enanitos Verdes, Soda Estéreo y hasta El Tri en versiones que suenan mejor que las originales. En un vitral que da a la céntrica avenida Zaragoza, a unos pasos de la Macroplaza, sonríen las caricaturas de Cuauhtémoc Cárdenas, Joaquín Sabina, el sup Marcos y Santa Clos -quizá tienen algo en común. Allá, detrás de la barra, la fotografía decolorada del Che Guevara, que cumple cuarenta años de haber nacido al limbo de las mitologías. Comparto la mesa con dos poetas de ojos tristes, pero que esa noche fulguran con un brillo semejante al de la felicidad. Xhevdet Bajraj nos envuelve con el vapor de los cigarros que trajo del último viaje a Kosovo y Leticia Herrera se abandona a una euforia extática, nostálgica. En otra mesa, al fondo, el periodista Diego Enrique Osorno departe con otros escritores. Corpulento y barbado, Diego podría confundirse con alguno de los invitados eslavos al XII Encuentro Internacional de Escritores / La guerra y la paz en la literatura, organizado -eficientemente- por el Conarte. En uno de los descansos de la banda el opulento dueño del lugar anuncia al poeta Francisco Serrano, que brinca al frente con la energía y la estampa de un luchador enardecido para leer versos de su libro Bóreas y el sol.
El asesor y el maestro
Comparto el trayecto del aeropuerto al hotel con José María Pérez Gay. Afable, casi un anciano, como los que se encuentra uno en el parque para hablar con ellos del pasado. ¿Por qué lo conozco yo a usted?, me pregunta. Soy amigo de sus sobrinos Amaranta y José Mariano, le contesto. Pero no le confío que he escrito de López Obrador y su invención del mito del fraude y que por eso he perdido algunos amigos. Él sí menciona las agrias disputas en la mesa familiar por la misma razón: 'Usted sabe, yo fui asesor de López Obrador'. Lo sé muy bien, pienso, usted fue uno de los encandilados. Tampoco digo nada del artículo de Guillermo Sheridan en Letras Libres [septiembre] en el que éste ironiza en torno al hecho de que José María Pérez Gay copió párrafos de la Wikipedia alemana sobre la película La vida de los otros para elaborar su propio texto ['Sonata para un hombre bueno', La Jornada Semanal, 3 de junio]. ¿Por qué no le dije nada? Acaso porque tiene el cabello completamente blanco. Él dará la conferencia magistral sobre Ryszard Kapuscinski, a quien está dedicado el coloquio, y no me gustaría estropear su arribo a Monterrey.
Pérez Gay -condecorado en Alemania, Austria y Francia- habla de literatura polaca, de Witold Gombrowicz y su Ferdydurke, de Kapuscinski y su extensa obra periodística-literaria compuesta a lo ancho de todo el mundo. Habla también del periodista británico Robert Fisk -pero no de Anna Politkovskaya, la periodista rusa asesinada hace un año. ¿Por qué pronuncia amarico, sin acento, para referirse a la antigua lengua amárica, de origen semítico, que se habla en algunas regiones de Etiopía? No puedo evitar pensar mal: ¿acaso copió mal la cita? Un discurso correcto que sólo es enmendado al final en algunos pasajes por el elocuente y encendido ruso Mijail Malishev. Precisiones que más tarde ampliaría este académico en su exposición relacionadas con los campos de concentración en la desaparecida Unión Soviética, mencionados por Kapuscinski en El imperio [1993].
Malishev habla del archipiélago Gulag, el terrible infierno helado donde abrazaron la muerte más de 24 millones de soviéticos. Pero Malishev no habla de Solyenitsin, sino de Varlam Chalámov (1907-1982), confinado durante diecisiete años en el campo de concentración de Kolyma, en el extremo este de Siberia, por su trabajo en un diario moscovita. Ya antes, troskista impetuoso, había sido condenado a trabajos forzados por haber publicado el testamento de Lenin, una carta en la que el líder de la revolución rusa advertía de las ansias de Stalin por el poder. Chalámov es autor de los crudísimos Relatos de Kolyma, con una prosa que rechaza recursos estilísticos para embellecerla: 'Todo mi relato es un documento memorial, teñido de sufrimientos del alma y la sangre'. La pavorosa y extenuante vida en Kolyma, sigue Malishev, no permitía siquiera pensar en el suicidio como vía de escape. Hombres y mujeres eran poco menos que zombis, ya sin fuerzas para vivir ni voluntad para morir.
Al salir del campo, tras la muerte de Stalin, Chalámov buscó a Pasternak, a Solyenitsin y a otros escritores. Al Premio Nobel 1970 le dijo después de haber leído Un día en la vida de Iván Denísovich: 'Alexandr, usted describe una gata que supuestamente andaba por allí. Eso no es verdad, se la hubiesen comido...' Chalámov siguió viviendo con la angustia de un preso el resto de su vida en libertad hasta su muerte en un hospital psiquiátrico de Moscú.
Al final de la mesa ('El escritor: testigo y testimonio de su tiempo') hablé largamente con Malishev. No ha leído Koba el temible, de Martin Amis, pero tampoco se interesa gran cosa en él. En ese tema, creo, sus documentos y referencias deben ser de primera mano.
Ahí, en el Marco, se exhibe la magnífica exposición retrospectiva Julio Galán. Pensando en ti, y sería un crimen no verla.
¿Qué fue primero, la literatura o el periodismo?
Por la tarde continúan las lecturas en el Museo de Historia Mexicana. Se me ocurre que la Ilíada es uno de los primeros grandes reportajes de la historia. De 'Guerras imaginarias' hablan con suficiencia los mexicanos Silvia Eugenia Castillero, Alberto Chimal -narrador sorprendente-, José Jaime Ruiz y el argentino Gabriel Cosoy. Tajantes y filosos, los aforismos de Ruiz, director de la revista Postdata. Un tanto adormilado llego a nuestra mesa, que comparto con Diego Enrique Osorno y Ximena Peredo. Ella lee un cuento que me cuesta trabajo seguir; Diego, unos fragmentos de sus espléndidas crónicas sobre el conflicto que incendió durante varios meses la ciudad de Oaxaca, publicadas en el diario Milenio y reunidas en el libro Oaxaca sitiada, subtitulado, acaso un tanto exageradamente -como le diría después-, La primera insurrección del siglo XXI. A propósito de los cuarenta años de la ejecución del Che Guevara creo pertinente leer De Bolivia a Hollywood, reflexiones en torno a la imagen del Hombre Nuevo, texto que escribí para el catálogo de la exposición Revolution and Commerce, en la que se exhibió una gran parte de la iconografía derivada de la célebre imagen que Alberto Korda le tomó al guerrillero en sus años de gloria en Cuba, antes de emprender su inútil y turbulento viaje hacia el suicidio. La ronda se cierra sin la participación del público, pero días después aparece en la revista virtual Los Tubos un inflamado artículo de Xavier Araiza para desagraviar al guerrillero. Araiza no perdía oportunidad de expresarse a sus anchas al término de las mesas con una curiosa fraseología marxista, como la que emplea en su panegírico guevarista ['Zoon politikon, zoon kulturón', lostubos.com].
Las conversaciones en bares y restaurantes se extienden por horas. En una de ellas el poeta Gilberto Prado Galán demuestra su habilidad como palindromista: 'Anide musa su Medina', recita al saber el segundo apellido de Roberta Garza, directora del diario Milenio. A propósito de estos convites la editora de la revista Armas y Letras escribiría poco después en su blog:
'De lo que más hablamos fue de cerveza y de poesía, pero sobre todo de cerveza. Mientras Rogelio refería que la primera cerveza se había hecho en Monterrey y Xhevdet insistía en que a pesar de su ateísmo al beber un trago no podía evitar creer en la existencia de Dios, yo pensaba en lo increíble que era estar en un encuentro de escritores y no hablar de literatura, ni de teorías, ni disparar aforismos o versos o citas. Eludir la erudición por lo lúdico, por lo dionisiaco, y no obstante esto, tener presente en todo momento que se es escritor, editor, poeta. Mantener vigente la memoria en el instante fugaz del presente, donde Xhevdet relató indignado con su español balcánico que uno de los escritores le había preguntado: ¿Qué haces en la vida real? '¿Pero cómo me pregunta eso? Un escritor preguntándole a otro qué hace en la vida real. Como si escribir no fuese algo real. Puedo entender que un abogado, un ingeniero, un técnico me lo pregunte, ¿pero un escritor?' [...] '¿Qué hago en la vida real?, insistió Xhevdet, pues bebo'. Acto seguido, le dio un trago a su cerveza' [Jessica Nieto, 'Replicante replica', litera.wordpress.com].
Al Fórum: la franquicia más cara del mundo
No soporté ni quince minutos la elemental disertación para alumnos de secundaria de Lynn Margulis -primera esposa de Carl Sagan- sobre la teoría de Gaia: ya saben, la Tierra como un organismo gigantesco que se autorregula y etcétera. Los descomunales espacios de Cintermex lucen vacíos. No me explico. ¿Para qué desparramar en tres meses un conjunto de actividades culturales que pueden programarse tranquilamente en treinta días? En la Feria Internacional del Libro de Guadalajara del año pasado se logró reunir en una semana a cuatro Premios Nobel. Me pregunto si es posible convertir de la noche a la mañana una violenta ciudad del tercer mundo en una civilizada, culta y tolerante con otras culturas y formas de vivir y pensar. Lo más seguro es que se sucedan muchas generaciones más antes de poder ver a los regiomontanos filosofar gravemente en la Macroágora. ¿Qué dirían en Barcelona si se enteraran de que al artista oaxaqueño Alejandro Santiago le negaban la entrada a su propia exposición 2051 migrantes por ser moreno y de baja estatura? ¿Habrán visto los turistas, los intelectuales extranjeros, en los noticiarios locales esos rostros femeninos molidos a golpes por sus maridos? ¡Uno de ellos fue puesto en libertad por tan sólo 15 mil pesos! Pero durante ochenta días Monterrey, así lo desean gobernantes y empresarios, será la capital mundial de la cultura, de las ideas, del conocimiento, de la diversidad y la tolerancia. Después, sencillamente, volverá a ser como antes.
Sí, es imponente el Parque Fundidora, y muy exitosa Isis y la serpiente emplumada, la exposición que hace convivir dos culturas separadas por tres mil años en el tiempo. Muy lindo el Paseo Santa Lucía y genuino el esparcimiento de los visitantes, pero los miles de turistas que se esperan se resisten a llegar. ¿Acaso vendrán más adelante a ver a Laurie Anderson o a los intelectuales convocados por Enrique Krauze? ¿No se confundirán los viajeros ante la profusa oferta de festivales en México? ¿Se decidirán por el festival de Tamaulipas o por el Cervantino? ¿Quizá por el homenaje nacional a Diego Rivera? ¿La feria del libro del Zócalo, la de Guadalajara? ¿Los festivales de cine de Morelia, de la Ciudad de Mexico? ¿No es verdad que es el nuestro un país muy, digamos, cultural?
El escritor puede escribir lo que quiera, pero el periodista no puede mentir
Coincidimos otra vez Diego Osorno y yo en la sesión del sábado por la mañana. Suben a la mesa Víctor Hugo Rascón Banda y el académico Pol Popovic, avecindado en Monterrey. Osorno vuelve a la carga con pasajes de su saga oaxaqueña, ese gran fresco que pinta con vivos colores a los actores de ese violento drama que aún está lejos de resolverse. En mi turno leo algo sobre la honestidad del periodista y su única obligación con la disciplina intelectual. Hablo de la posibilidad de que Kapuscinski haya espiado para el gobierno comunista polaco. Al final la traductora de sus textos al español, Ágata Orzeszek, me aborda en el pasillo para decirme con su acento castizo algo sobre los nefastos gemelos Jaroslaw y Lech Kaczynski. Ellos, primer ministro y presidente de Polonia, respectivamente, fervientes católicos nacionalistas y de derechas, han promulgado una ley por la cual se puede denostar y perseguir a los antiguos comunistas o colaboradores de la seguridad de ese régimen, aunque más bien es un pretexto legal para infamar a la oposición de izquierda. Entiendo que intenta decirme que no debe confundirse la investigación histórica y periodística con la calumnia. Kapuscinski ha sido uno de los denigrados por los aborrecibles gemelos. La miro, comprendo y agradezco su comentario.
A propósito de las crónicas de Cynthia Ramírez sobre los plantones del Paseo de la Reforma del año pasado ordenados por López Obrador y de la llamada Convención Nacional Democrática [Letras Libres, septiembre y octubre de 2006], citadas en mi ponencia, Rascón Banda entona su voz grave -dramaturgo, al fin- y acomoda en un convincente discurso frases que a) defienden la tesis del fraude (el fraude lo configuró la 'guerra sucia' de todos contra el inocente, prístino e indefenso candidato perredista), b) ensalzan su combativa amistad con Monsiváis (con quien se opuso a los megaplantones de Obrador), c) critican al neoliberal Vargas Llosa por haberse nacionalizado español (sólo por haber perdido las elecciones presidenciales en Perú), d) dejan ver su elevada estima al ponderar sus piezas teatrales como de gran éxito internacional (algo que no han logrado las nuevas generaciones de dramaturgos por no saber vincular lo local con lo universal, como hizo Rulfo), e) califican de derecha o de izquierda a periodistas y escritores según el medio en que hablen o publiquen (sin distingos entre la Televisa de Monsiváis y Poniatowska y el Reforma de Carmen Aristegui o las Letras Libres de Roger Bartra) y f), que finalmente, se ufanan de haber 'echado a patadas' a los consejeros del IFE (la autonomía no importa, sí el que no hayan reconocido el triunfo del candidato del pueblo). Palabras de un teatrero comprometido brechtianamente con... el pueblo.
El cubano Manuel García Verdecia interviene con vehemente elocuencia para dejar en claro que él como escritor no representa al pueblo de su país, sea éste castrista o no, sino apenas a sí mismo. Gabriel Contreras, periodista cultural, afirma que la cuestión del fraude es ya cosa del pasado. Quizá tenga razón, pero los que creen en él difícilmente abandonarán ese dogma de fe. Nunca podrá explicarse suficientemente cómo López Obrador logró engatusar a decenas de académicos, periodistas e intelectuales.
El siglo XX, como todos los que le antecedieron, fue el siglo de las guerras. Y el nuevo siglo aprendió muy pronto a renovar la sangrienta tradición. De 'Guerras frías / guerras calientes' hablan por la tarde más escritores. Seguramente con conocimiento de causa. Estoy cansado y salgo a caminar al barrio antiguo y me detengo cada tanto a leer las placas que cuentan de las viejas leyendas locales. En esta vieja ciudad, fundada por sefarditas hace 400 años, nacieron mis ancestros.
Por la noche Francisco Serrano, el luchador poeta, nos lleva al Garage, un antro underground en donde tocan los grupos Kurkova y Dendron y un tal Mario, cantante-guitarrista con una voz lamentable. Leo al día siguiente en una nota de Raúl Olvera Mijares que la conferencia magistral de Ágata Orzeszek ('Un par de botas o el sentido de la guerra') fue estupenda. Escribe Olvera:
'La celebridad alcanzada por esta memorable traductora debe animar a todos aquellos que desde la sombra, en sumisa y casi gratuita devoción, consagran sus horas al difícil arte de trasladar obras de literatura. [...] Ante un auditorio menos vacío que en la mañana, la amiga, discípula, traductora y ahora estudiosa de uno de los más grandes periodistas de nuestra época, autor de brevedades y obras poéticas, como las recogidas en esos volúmenes de difícil edición y venta, titulados Lapidarium, y como infatigable pensador que reflexionara sobre las ideas relativas al deber en el oficio periodístico, Ágata Orzeszek ofreció tan sólo una pequeña probada de lo que en enero, gracias a la UANL, vendrá a exponer en un seminario de una semana entera, en el marco de la cátedra Anagrama' ['Vida y obra de un periodista', Milenio, Monterrey, 8 de octubre].
La última noche Ágata toma el micrófono del grupo cubano que ameniza la cena y el baile de despedida para hablar en nombre de todos nosotros, agradecidos de veras por haber sido invitados a discutir y, sobre todo, a conocernos. Tomamos las últimas copas, improvisamos los últimos brindis y nos damos los últimos abrazos. 'Postdata: si puedes / Vuelve / vuelve otra vez', dice un poema de Leticia Herrera ['Sin remitente', Poemas incompletos].