sábado, noviembre 29, 2008

Replicante en la FIL


Participaré con mis amigos Heriberto Yépez y Xhevdet Bajraj en los Diálogos Interculturas México-Italia, el sábado 6 de diciembre a las 5:30 pm, en el salón Pabo Neruda del Hotel Guadalajara Plaza Expo, en Mariano Otero 3261, a unos pasos de la FIL.

También en la presentación de Herejías, el nuevo libro de Pedro Meyer, en el MAZ, a las 8 p.m. Avisados.

Si vienen a la FIL no dejen de visitarnos en el stand JJ6.

martes, noviembre 18, 2008

Replicante 17. El lado B de la Historia


Vol. V, núm. 17, invierno 2008/2009

En la nueva Replicante escritores, periodistas, académicos y artistas revelan "El lado B de la historia"
[Da click en la imagen para ampliarla]
El número 17 de Replicante, dedicado a "El lado B de la historia", circula ya en todo el país. Con esta edición, la revista trimestral celebra su cuarto aniversario.

Los recuerdos y su salvamento a través del registro son parte de los elementos que construyen la identidad de los pueblos, de los países, de las etnias y de las personas. Quien haya visto los estragos causados por las enfermedades neurodegenerativas verá que lo más doloroso no es el deterioro físico sino la pérdida de la memoria: datos, fechas, rutinas, gestos y conductas son borrados arrancando las particularidades esenciales de quien se va.

Por algo lo primero que destruía —quemaba, reescribía o alteraba— un invasor era la historia del pueblo ocupado. Sin memoria, las nuevas generaciones asumirían las costumbres e ideas del enemigo sin oponer resistencia.

Si somos capaces de olvidar los grandes acontecimientos, sin mayor pena olvidamos aquellas pequeñas historias de personajes que han alterado el curso de sucesos trascendentes o que han ido contra la corriente, aun a costa de su vida. Son los casos extremos de Louis-Ferdinand Céline, cuya polémica biografía es revisada por la pluma de Mario Vargas Llosa, así como de Varlam Shalámov, escritor ruso que pasó veinte años en un campo de concentración en Siberia y cuya vida e insólita obra son analizadas por el académico español Carlos Martínez Gorriarán, en la secciónPensamiento y reflexión.

Asimismo, Pedro Trujillo y Gerardo Australia abordan respectivamente las vidas enigmáticas de Ambrose Bierce y Arthur Cravan, quienes terminaron sus días en México sin que hasta hoy se sepa qué sucedió con ellos. También se recuentan las vidas de la visionaria sabia Santa Hildegarda; de la primera novelista del mundo Murasaki Shikibu; del primer historiador mexicano Francisco Xavier Clavijero; del extravagante científico Henry Cavendish; del ácido humorista Enrique Jardiel Poncela; del contradictorio Pierre Drieu la Rochelle; del protonazi Arnold Krumm-Heller y su estancia mexicana, así como del fotógrafo Robert Capa en la Guerra Civil española.

El poeta Ángel Ortuño narra las intrépidas aventuras del último estridentista, Germán List Arzubide, y Salvador García rememora la peculiar concepción de la historia mexicana de Jorge Ibargüengoitia. Alejandro de la Garza escribe sobre Luis González de Alba y su lectura del 68 mexicano despojada de mitos. Además, ensayos sobre la historia, la ficción, la memoria y el olvido de José Mariano Leyva y Mariana Riva Palacio.

Los textos publicados en Pensamiento y reflexión son acompañados con pinturas de Daniel Lezama, de la serie "La madre pródiga".

En la sección Apuntes y crónicas se presentan los casos de "La monja y el asesino", "La escritura catártica desde una cárcel de mujeres", los "Apuntes para una crónica del crack en el Puerto", las "Memorias de Radio Futura", entre otros textos. Además se incluye el cómic "¡El Nobel para Monsi!", del dibujante Sergio Aviña (ilustrador de El Libro Vaquero, quien con esta entrega inaugura la sección del "cómic intelectual").

En El Folletón, Heriberto Yépez escribe una carta crítica a Carlos Fuentes en sus ochenta años; Héctor Villarreal analiza las alternativas de la izquierda en México y Daniel Sada, flamante premio Anagrama de novela, relata una pícara historia provinciana de fiestas estruendosas y enojos vecinales.

El espacio de Noticias y reseñas ofrece, como siempre, un acercamiento al mundo de los libros, el arte, el cine, la música y la literatura gráfica.

Replicante está a la venta en todo el país en Sanborns, Gandhi, Libros y Arte/Educal, Fondo de Cultura Económica, Palacio de Hierro y otras librerías y locales cerrados de prestigio.

Contenido general:
Pensamiento y reflexión Historias de la Historia, José Mariano Leyva *** Historia como ficciones, Héctor Villarreal *** Santa Hildegarda, Vianett Medina *** El príncipe de la casa de muñecas, Eve Gil *** Francisco Xavier Clavigero, teórico de la historia, Rubén Aguilar Valenzuela *** Cavendish. Antes de Mr. Hyde, Jesús A. Castañeda *** Ambrose Bierce, la moral del parricidio, Pedro Trujillo *** Cravan: el poeta que se perdió en México, Gerardo Australia *** Jardiel: hay que morirse de risa, Ivan González Vega *** Drieu la Rochelle: el traidor y el héroe, Antonio Ortuño *** Arnold Krumm-Heller, un nazi esotérico en México, Cuauhtémoc Vite *** Robert Capa en España, John MacDonald *** Germán Lizt Arzubide: ¿Creerían ustedes que no conozco Disneylandia?, Ángel Ortuño *** El último maldito. Louis-Ferdinand Céline, Mario Vargas Llosa *** Los Relatos de Kolymá, de Varlam Shalámov, Carlos Martínez Gorriarán *** Ibargüengoitia, el secreto para no morir en la historia, Salvador García *** De confusiones e iconoclastas, José Ramón López Rubí Calderón *** González de Alba: narrar contra los mitos del 68, Alejandro de la Garza *** Memoria, olvido, historia, Mariana Riva Palacio *** Kósovo, arte de un Estado en transición, Mara Muñoz

Apuntes y crónicas La monja y el asesino, Vanesa Robles *** El silencio manchado. Escritura catártica desde una cárcel de mujeres, Raúl Olvera Mijares *** El templo del vicio. Apuntes para una crónica del crack en el Puerto, Fernanda Melchor *** El nuevo terrorista emocional, Pablo Santiago *** Alfredo Astiz. La mañana del ángel golpeado, Mario Sandoval *** Rafael Álvarez Díaz. La congruencia vital, Xavier Villarreal *** A cara o cruz: memorias de Radio Futura, Enrique Blanc *** La furia y la poesía. Jeta de santo, de Mario Santiago Papasquiaro, Raúl Silva y Rafael Catana *** El cómic intelectual, Sergio Aviña

Noticias y reseñas Lectores que escriben *** LIBROS Y AUTORES La Independencia, de Antonio Annino y Rafael Rojas *** Fisuras en el continente literario, de Federico Vite *** México armado, 1943-1981, de Laura Castellanos ***Bogavante, de Adrián Curiel Rivera *** Las enseñanzas de don Juan y Viaje a Ixtlán, de Carlos Castaneda *** La lengua amenazada *** Grandes hits Vol. 1. Nueva generación de narradores mexicanos, de Tryno Maldonado (comp.) *** La invasión de los garbanzos *** Sun, Stone and Shadows. 20 Great Mexican Stories *** Tiempo fuera, Francisco Arvizu Hugues *** El himen como obstáculo epistemológico, de Esther Díaz *** Punks de boutique, de Camille de Toledo ***La filosofía feroz, de Michel Onfray *** Apples, de Richard Milward *** Hell's Angels. The Life and Times of Sonny Barger and the Hell's Angels Motorcycle Club, de Ralph Sonny Barger *** El profesor del deseo, de Philip Roth ***The Bedroom Secrets of the Masters Chefs, de Irvine Welsh *** Buzón Hache. Novedades en inglés, Heriberto Yépez *** CINE C.R.A.Z.Y., de Jean-Marc Vallée *** Diario de los muertos, de George A. Romero *** This Is Spinal Tap, de Rob Reiner *** MÚSICA Fate, Dr. Dog *** Prosa Sonora, Javier Fernández *** Knowle West Boy, de Tricky *** LITERATURA GRÁFICA, Jorge Flores-Oliver *** ARTE León Ferrari. Obras 1976-2008 *** Vik Muniz. Reflex *** Colors Magazine y Fabrica en México *** Yo soy un Don Nadie, de Jorge Alderete *** Cartucho quemado, de Alonso Guardado *** SUPLEMENTO Refectorio, suplemento poblano *** FOTOGRAFÍA Cities, History Images, de Sze Tsung Leong

El Folletón En los ochenta años de Fuentes. Carta a un viejo novelista, Heriberto Yépez *** Alternativas de la izquierda en México. O el indeseable triunfo moral de la izquierda, de la derecha o de lo que sea, Héctor Villarreal *** "Crónica de una necesidad", Daniel Sada *** La vergüenza se pierde una sola vez, Raúl Olvera Mijares *** Esa callada soledad, Rafael Toriz *** La aventura de Paul Bowles, Ramiro Aguirre *** Djuna y Carson, un afortunado desencuentro, Bibiana Camacho *** Tres historietas que cambiaron la historia, Jesús Serrano Aldape *** Las historias extraordinarias del psicoanálisis, Miguel Ángel Quemain *** El viaje de Aurelia y la técnica del éxtasis, Gilberto Prado Galán *** Entrevista con Jorge Ayala Blanco, Donato M. Plata *** San Lázaro 2001: ¿atentado terrorista o conspiración de silencio?, Gonzalo Soltero *** Breve historia de tres países breves, Andrés Bacigalupo

Portada: Jorge Núñez *** Gráfica de Jorge Alderete, María Alfaro, Gabriel Boils, Blumpi, Robert Capa, Angélica Escoto, Ingrid Hernández, Mayra Huerta, Carlos Jaurena, Guillermo Juárez Ledón, Sáranda Kika, Daniel Lezama, Uriel Parker, Pelafustán, Daron D'Souza, Verdette

Replicante está a la venta en todo el país en Sanborns, Gandhi, Libros y Arte/Educal, Fondo de Cultura Económica, Palacio de Hierro y otras librerías y locales cerrados de prestigio.

En Tijuana: Librería Sor Juana (www.tijuanalibros.com) y Librerías El Día (Tel. 684 0908)

En Guadalajara: puesto de periódicos de Av. Américas y Morelos; Librería México (Plaza del Sol); Cafetería El Sorbo (Plaza del Sol); Librería Ítaca (Marsella y López Cotilla).

Sitio web: www.revistareplicante.com
Correo electrónico: editorial@revistareplicante.com
Números atrasados: lectorio@gmail.com

Otra parte: textos recientes

Videografía de la crueldad

En 1977 o 1978 se exhibió en varios cines de la Ciudad de México un extraño y violento documental del que no encuentro mayores referencias: Hombre salvaje, bestia salvaje, en el que se mostraba durante casi dos horas fuertes escenas de crueldad y salvajismo, como la de unos granjeros colombianos armados que perseguían a indios amazónicos como si de animales se tratara. Una vez capturados los remataban y colocaban en su boca el pene amputado, entre risas y comentarios como: “¡Los indios no son hombres, son animales y se roban nuestros cultivos!”
A mediados de la década siguiente fueron muy populares las ediciones piratas de dos documentales igualmente morbosos: Trauma I y Trauma II, que se conseguían en puestos callejeros, sobre todo de la avenida San Cosme. En ellos se exhibía un verdadero catálogo de atrocidades, como un hombre que disparaba furiosamente a su esposa adúltera, dramáticos suicidios y milicianos negros que desprendían con una filosísima daga el pie de un ladrón en alguna parte de África. Una escena que se parece tanto a otra en que un paramilitar colombiano cercena de un limpio machetazo la mano derecha de un aterrado campesino; acto seguido, el parako sonríe a la cámara como si hubiera hecho una travesura. Un video de pocos segundos que alguien puso a circular en la Red.
Hannah Arendt descubriría, durante el juicio de 1961 en Jerusalén a Karl Adolf Eichmann, que éste era un hombre “terrible y aterradoramente normal” y así lo asentó en su polémico Eichmann en Jerusalén. Un informe sobre la banalidad del mal (1961). En el caso de ese funcionario nazi quizá la filósofa judeoalemana tenía razón, pero probablemente no en el de muchos otros que creían en las tesis hitlerianas de la pureza racial y se solazaban en la locura asesina del Holocausto, como los granjeros colombianos y la soldadesca africana, evidentemente complacidos con sus bestiales crímenes.
Elías Canetti escribió Masa y poder como una respuesta a Psicología de las masas, de Freud, con cuyas explicaciones había quedado insatisfecho. Aunque esos dos estudios fundamentales estaban inspirados por la avasalladora ola nazi que plagaba Alemania y amenazaba Europa, Canetti fue más allá para indagar en el pasado remoto de las turbas prehistóricas de cazadores y encontrar en ellas el origen de las modernas masas impulsadas por motivos religiosos, morales, raciales, políticos y económicos —o por una combinación de estos y otros factores.
Al desarrollar su concepto de muta, el origen primitivo de la masa o muchedumbre que sale a cazar o a acosar, Elías Canetti escribió: “Sale a matar y sabe a quién quiere matar. Con una decisión sin parangón avanza hacia la meta; es imposible privarla de ella. Basta dar a conocer tal meta, basta comunicar quién debe morir, para que la masa se forme. La concentración para matar es de índole particular y no hay ninguna que la supere en intensidad. Cada cual quiere participar en ella, cada cual golpea. Para poder asestar su golpe, cada cual se abre paso hasta las proximidades inmediatas de la víctima. [...]. La víctima nada puede hacer. Huye o perece. No puede golpear, en su impotencia es tan sólo víctima” [Masa y poder, 1960].
Ese patrón se ha repetido incontables veces en la historia de la humanidad y son millones de seres los que han muerto a manos de turbas enardecidas, para ser robados, castigados, eliminados. No parecen importar los miles de años de evolución, los métodos con los que se asesina hoy en día a inocentes o transgresores de alguna norma o mandamiento son los mismos que en la antigüedad. Lo prueban, entre millones de ejemplos contemporáneos, los linchamientos de policías en 2004 por una multitud enfurecida y azuzada en la delegación capitalina de Tláhuac y la inmisericorde lapidación en abril de 2007 de una chica de diecisiete años en Sinyar, provincia norteña de Irak, por haberse enamorado de un hombre de otra religión.
Doa Jalil Asuad, perteneciente a la secta yezidí —una mezcla de creencias islámicas con prácticas de la antigua religión persa derivada de las enseñanzas de Zoroastro y que adora a Melek Taus, considerado un demonio por cristianos y musulmanes—, fue condenada a morir bajo una lluvia de piedras por el hecho de haberse escapado con su novio, un sunita. Después de haber denunciado la fuga de la pareja, ésta no logró ir muy lejos. Capturada, de la custodia de Doa se hizo cargo un tío, quien prometió resguardar su integridad física. Mintió. El tío y otros miembros de su familia, yezidíes todos, desde luego, lincharon a la hermosa muchacha, ya saben, para “lavar la honra familiar”. En un patio, con exceso de crueldad y humillaciones, decenas de hombres la molieron a pedradas, levantaron su falda, le asestaron patadas y golpes y, finalmente, la remataron dejando caer un bloque de concreto sobre su cabeza. Los terribles e interminables minutos de estas escenas fueron registrados por uno de los asesinos con la cámara de su teléfono celular. Quizá él mismo subió el video a la red. El honor de la familia quedó a salvo y su demoniaco dios fue debidamente vengado. Nadie, ni Hannah Arendt, podría pensar que se trata de seres “aterradoramente normales”.

Cuatro amigos

Dice Bocaccio que los lazos de amistad son más estrechos que los de sangre y los de familia. Es cierto, aunque no hay nada más difícil de explicar que las razones por las cuales nace esa rara mezcla de amor y complicidad. Pienso en esto porque tengo un variopinto grupo de amigos en la alberca a la que voy de lunes a viernes. Ya entrañables, si consideramos el par de años que he dedicado a conocerlos.
Álvaro, argentino locuaz, nada con elegancia y en los descansos pide a gritos un café, como si estuviera en la piscina de un hotel. “Qué mal servicio hay aquí, ¿no?”, me dice y sonríe. Se enamoró de una tapatía en Buenos Aires y vino acá a vivir con ella y, a sus cincuenta años, empezar de cero. Vendedor nato, encontró acomodo en una agencia de viajes. Está feliz en esta ciudad donde, al igual que en su lugar de origen, viven las mujeres más bellas del mundo, “Y mirá que conozco el mundo, ¿eh?”, dice.
Al ingeniero Bistraín le fascinan los libros de la Segunda Guerra y está convencido de que el hombre nunca llegó a la Luna. “Eso es un engaño de los gringos”, dice, seguro de que ésa es la verdad. Le cuento de una película de 1978, Operación Capricornio Uno, que presenta el alunizaje como un fraude que fue filmado en secreto. “Debe ser buena”, me dice. Guillermo está a favor de la pena de muerte y cree que en este planeta ya somos demasiados: “Ya no hay espacio para todos”. Una vez me confió su admiración por Hitler: “Ese cabrón sí tenía huevos”. Le respondo que ese cabrón era un cobarde que se rascaba la piel hasta sangrar. Lo convencí de que no hace falta ser un asesino para poder regir con mano firme a un país. Bistraín me recuerda a otro amigo, panista, que cree en las patrañas de Salvador Borrego, ese nazi mexicano autor de Derrota mundial. Pero Guillermo detesta a los políticos de todos los colores, y más que a nadie a López Obrador, “ese gran mentiroso”.
El doctor Rodríguez, con sesenta y dos años a cuestas, como Guillermo, discute vivamente de política y justifica las acciones de López Obrador con sus peones y adelitas. “De no haber sido por él habrían privatizado Pemex”, explica con tono doctoral. Le digo que el petróleo se ha convertido en un mito y que Cuba —invariable ejemplo de soberanía y dignidad ante el imperialismo— no pone reparos a la inversión privada. Niega con la cabeza y sonríe. “El propio Peje la propuso en su Proyecto alternativo de nación”, le digo, “aunque después se retractó, ¿no es cierto?” Vuelvo a preguntarle: “A ver, doctor, ¿de quién es el petróleo en Estados Unidos?”
Nachito tiene setenta y dos años y nada 1,500 metros con la parsimonia de una morsa. Por las tardes disfruta extasiado de un par de tequilas. Es un devoto católico que visita todos los sábados el penal de Puente Grande para escuchar a los presos y ofrecerles consuelo. Ha intimado con criminales de cuidado y con inocentes que tardarán décadas en salir a hollar las sucias calles de Guadalajara —o de otra ciudad. Los domingos por la tarde suele ir al casino y apostar a los caballos, con lo que se ha embolsado unos pocos miles de pesos. Nachito se sorprende de mi ateísmo y me aconseja: “Deberías creer en Dios”, como un padre a su hijo descarriado. A veces él y su esposa viajan a alguna playa cercana, como Sayulita, donde se solaza posando su vista arruinada en las tetas de las rubias bañistas semidesnudas. “¿Me dejas verlas, vieja?”, le pregunta a la señora, quien asiente con una sonrisa benevolente.
Decía Baltasar Gracián que cada uno muestra lo que es en los amigos que tiene. Me pregunto qué tanto hay ya de mí en estos viejos nuevos amigos.

Café en Buenos Aires

Espero en el hotel el taxi que me llevará al aeropuerto cuando un estruendo desconocido para mí rompe la calma de ese domingo por la noche. El botones me explica que se trata de la protesta contra la presidenta y sus medidas para cobrarles más impuestos a los productores de soya (soja, dice él). En la calle hay decenas de señoras que golpean cacerolas en los balcones de los majestuosos edificios del barrio de la Recoleta. Algunas han salido a la acera vestidas con batas y gorros de dormir. El escándalo se prolonga varias cuadras y se desvanece mientras nos enfilamos a Ezeiza. Así me despide Buenos Aires, la hermosa ciudad criolla de la que ya empiezo a sentir nostalgia.
Durante una semana soleada y tibia de mayo Buenos Aires me ha devuelto el placer de caminar largamente por calles de inusitada sobriedad y amplias avenidas cargadas de personajes que parecen actores, modelos, lo mismo la chica pelirroja que atiende el locutorio —una especie de café internet— que el taxista idéntico a un mozo Robert Redford. Un placer que la Ciudad de México me había quitado poco a poco, como un ladrón que sustrae del bolsillo de la víctima distraída, durante años, primero una moneda, después un billete, la cartera entera al final.
Recorro de ida y vuelta la Avenida 9 de Julio, quizá la más ancha del mundo, y lo mismo hago en la calle Florida. En el camino a San Telmo veo bailarines de tangos clásicos y milongas vertiginosas y compro unos cuantos libros polvosos. Entro a una tienda de discos para buscar CDs de cumbias villeras. “¿Son buenos éstos?”, pregunto al encargado. “Y, mirá, si te gustan está bien, pero si no son una mierda”, contesta con una franqueza que podría haber ahuyentado al fanático más fiel. Me gusta el acento de los argentinos y no veo en ellos esa arrogancia que a muchos de mis paisanos les irrita tanto. Acaso les incomoda esa tajante seguridad, sus maneras directas y sin la ceremonia que nos distingue.
Camino por la avenida Santa Fé hacia Palermo y de ahí emprendo la marcha a la Recoleta por la avenida del General Las Heras. Hay muy pocos mendigos y vendedores ambulantes, sobre todo indios bolivianos y negros caribeños ofreciendo baratijas. De la noche brotan los cartoneros para rebuscar en los botes de basura algo que puedan aprovechar o vender. Me detengo en cada puesto de periódicos y en todas las librerías. ¿Exagero si digo que nada más en Corrientes hay más librerías que en todo México? Librerías fascinantes atendidas por jóvenes de agudas miradas tras las gafas que viven absortos entre miles de volúmenes.
En la Avenida de Mayo el Café Tortoni festeja 150 años de haber sido fundado por el comerciante Giuseppe Tortoni, un napolitano que vendía helados en las calles de París. Entre bustos solemnes de los ilustres visitantes del pasado —Pirandello, Gardel, Storni, García Lorca, Rubinstein y, siempre, Borges— soy testigo de la memoria prodigiosa de los meseros, que seguramente están inventariados: son capaces de recordar la orden de hasta veinte comensales sin apuntar nada y sin equivocarse a la hora de servir a cada quien su platillo.
A un lado del parque San Martín, que también caminaba el joven Borges, hay un pequeño café desde el que oteo la tarde llena de sol entre expresos y alfajores y un servicio discreto y amabilísimo. Si las sonrisas se cobraran éste sería el café más caro del mundo.
No puede creerse que este Buenos Aires apacible y noble fue tan duramente ultrajado por la crisis de 2001. El regreso a mi país me entristece un poco.